Entonces el rey David respondió y dijo: Llámame Betsabé. Y ella vino a la presencia del rey, y se puso delante del rey.

Entonces el rey David respondió y dijo: Llámame Betsabé. Le renovó la solemne promesa que le había hecho, en términos que demuestran que el anciano monarca se había puesto a la altura del deber que exigía la emergencia. La fría, rígida y repulsiva etiqueta de una corte oriental está sorprendentemente representada en la narración de estas entrevistas con el anciano rey.

En primer lugar, Betsabé fue introducida en la sala de presencia; se inclinó e hizo una reverencia. A la entrada de Natán, ella se retiró y luego, tras una breve conversación entre el rey y el profeta, se dieron órdenes a los asistentes para que volvieran a llamar a Betsabé. A su regreso, Natán se retiró. Esta formalidad, aunque molesta, era la costumbre establecida en la corte.

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