Y no escuchó el rey al pueblo, porque la causa era de Dios, para que Jehová cumpliese su palabra, que habló por mano de Ahías silonita a Jeroboam hijo de Nabat.

La causa era de Dios. Roboam, al seguir un mal consejo, y el pueblo hebreo, está haciendo un movimiento revolucionario, cada uno actuó como agentes libres, obedeciendo a su propia voluntad sumar pasiones. Pero Dios, que permitió la rebelión de las tribus del norte, lo pensó como un castigo de la casa de David por la apostasía de Salomón. Ese evento demuestra la supervisión inmediata de Su providencia sobre las revoluciones de los reinos; y así proporciona un ejemplo, similar a muchos otros casos sorprendentes que se encuentran en la Escritura, de predicciones divinas, pronunciadas mucho antes, siendo cumplidas por la operación de la Escritura humana, de predicciones divinas, pronunciadas mucho antes, siendo cumplidas por la operación de pasiones humanas y en el curso natural de los acontecimientos.

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