Pero los lugares altos no fueron quitados: el pueblo todavía sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos.

Pero los lugares altos no fueron quitados. Era tan inveterada la afición popular por los ritos privados y desordenados que se realizaban en las arboledas y recovecos de los cerros, que ni los monarcas más poderosos habían podido lograr su supresión; no es de extrañar que, en los primeros años del reinado de un joven rey, y después de las graves irregularidades que se habían permitido durante la mala administración de Atalía, aumentara considerablemente la dificultad de poner fin a las supersticiones asociadas con "los lugares altos".

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