El rey envió y reunieron a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén.

El rey envió, y ... reunió ... a todos los ancianos. Este piadoso y patriótico rey, no contento con la promesa de su propia seguridad, sintió, tras la respuesta de Hulda, un mayor deseo de alejar de su reino y de su pueblo las calamidades amenazadas. Conociendo la riqueza de la clemencia y la gracia divinas para el penitente, convocó a los ancianos del pueblo y poniéndose a la cabeza de ellos, acompañado por el cuerpo colectivo de los habitantes, se dirigió en solemne precesión al templo, donde ordenó que se leyera el libro de la ley a la audiencia reunida, y pactó, con la concurrencia unánime de sus súbditos, adherirse firmemente a todos los mandamientos del Señor.

Era una ocasión de solemne interés, estrechamente relacionada con una gran crisis nacional, y el bello ejemplo de piedad en el barrio más alto ejercería una saludable influencia sobre todas las clases del pueblo, animando sus devociones y alentando su retorno a la fe de sus padres.

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