Cuando Esdras oró y se confesó, llorando y postrándose ante la casa de Dios, se reunió con él una gran congregación de hombres, mujeres y niños de Israel, porque el pueblo lloraba mucho.

Y cuando Esdras hubo orado. Puesto que esta oración fue pronunciada en público, mientras había una concurrencia general del pueblo a la hora del sacrificio vespertino, y como fue acompañada de todas las demostraciones de dolor y angustia conmovedores, no es sorprendente que el espectáculo de un hombre tan respetado, un sacerdote tan santo, un gobernador tan digno, como Esdras, apareciendo angustiado y lleno de temor por el triste estado de las cosas, produjera una profunda sensación; y la noticia de su apasionado dolor y sus expresiones en el patio del templo se extendió rápidamente por la ciudad, una gran multitud acudió al lugar

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