Después, el Espíritu me levantó en visión y me llevó por medio del Espíritu de Dios a Babilonia, a los deportados. La visión que había visto desapareció de mí.

El Espíritu lo llevó en una visión extática, no en la realidad física, y le permitió ver lo que estaba sucediendo en otro lugar a través de su "ojo interior".

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