Y aconteció después de estas cosas, que murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, siendo de edad de ciento diez años.

Josué... murió. Lightfoot calcula que vivió 17 años, otros 27 años después de la entrada en Canaán. Fue enterrado, según la práctica judía, dentro de los límites de su propia herencia. Los eminentes servicios públicos que durante mucho tiempo había prestado a Israel, y la gran cantidad de comodidad doméstica y prosperidad nacional que había contribuido a difundir entre las diversas tribus, se sentían profundamente, se reconocían universalmente; y un testimonio en forma de estatua u obelisco se habría levantado inmediatamente en su honor en todas partes de la tierra, si tal hubiera sido la moda de los tiempos. El breve pero noble epitafio del historiador es: Josué, "el siervo del Señor".

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