Asimismo, todo el pueblo cortó cada uno su rama, y siguió a Abimelec, y los puso en la fortaleza, y les prendió fuego; de modo que también murieron todos los hombres de la torre de Siquem, como mil hombres y mujeres.

Todo el pueblo... siguió a Abimelec... y les prendió fuego a la fortaleza. Como esta torre o fortaleza era tan fuerte, y no había esperanza de que fuera tomada por asalto, Abimelec resolvió incendiarla, por ser un edificio de madera. Con esta idea subió al monte Zalmón, que, en opinión del Dr. Robinson ("Geografía física de Palestina", p. 36), "sólo podía ser alguna parte de Gerizim o Ebal, entonces cubierto de madera, ya que no hay ninguna otra montaña cerca de Siquem".

Allí, después de cortar una rama, se la subió al hombro y pidió a toda la gente de alrededor que hiciera lo mismo. De este modo, se bajó del monte una gran cantidad de combustible, que se colocó en el arrendamiento alrededor de la torre. Una vez encendido, las llamas, al comunicarse con la torre, comenzaron a actuar sobre sus paredes de madera, de modo que todos los que se habían refugiado en ella fueron sofocados por el humo o perecieron en la conflagración.

La aplicación del fuego era un recurso común en los asedios (véase Layard, "Nínive y sus restos", 2: p. 373). Los asaltantes, arrastrándose sigilosamente hasta las puertas, les aplicaban antorchas, mientras se protegían de la observación y del peligro o'ercanopiando sus cabezas con sus escudos levantados (cf. Homero, 'Ilíada', 2:, 464; 15:; Esquilo, 'Suplicantes', 76).

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