Y él se apresuró y descendió, y lo recibió con alegría.

Y él se apresuró ("y descendió") y bajó ("porque hoy debo quedarme en tu casa") y lo recibió con alegría. ¿De dónde ese "gozo" tan repentino en el seno frío de un publicano avaro? La revolución interna fue tan perfecta como instantánea. El que le dijo a Mateo el publicano esas palabras hechizantes: "Sígueme", y "él se levantó, lo dejó todo, y lo siguió", el que le dijo al hombre de la mano seca: "Extiende tu mano", y " él lo extendió, y se restauró sano como el otro ", el mismo dijo al corazón de Zaqueo en un mismo momento que a su oído: "Date prisa y desciende, porque hoy debo morar en tu casa.

Aquel con quien Zaqueo tenía que ver, no tenía más que "hablar, y fue hecho", aunque pocos penetraron en el secreto de esto como lo hizo el centurión, de cuya fe Jesús "se maravilló" ( Lucas 7:7 ). En el tiempo se pueden seguir los pasos de esta revolución en la mente de Zaqueo: en la mirada que Cristo le dirigió, "Cuando Jesús llegó al lugar, miró hacia arriba", distinguiéndolo de todos los demás,  debió ver algo así como un propósito hacia sí mismo, lo que llamaría inmediatamente su atención.

Luego, al dirigirse a él por su nombre, como perfectamente familiarizado con él, aunque nunca antes lo había visto ni oído hablar de él, esto lo llenaría de asombro y haría que el pensamiento destellara instantáneamente en su mente: 'Este debe ser el Cristo que Él afirma. ¡ser, estar!' Pero cuando siguió la llamada, en términos tan maravillosos: "Date prisa, y desciende, porque hoy debo quedarme en tu casa", la majestuosidad consciente de la misma, y ​​el poder con el que se pronunció, como si estuviera seguro de ser instantáneo y obediencia gozosa, sin duda completó la conquista de su mente y corazón.

Pero estos, aunque los caminos a través de los cuales Cristo encontró Su camino hacia el corazón de Zaqueo, no deben ser considerados como la explicación completa del cambio sobre él. (Ver la nota en.)

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