Y aconteció que cuando oí estas palabras, me senté y lloré, y me lamenté algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos,

Cuando escuché estas palabras... me senté... y me lamenté... y ayuné y oré. El relato afectó profundamente los sentimientos patrióticos de este buen hombre, y no pudo encontrar consuelo sino en la oración ferviente y prolongada, para que Dios favoreciera el propósito, que parece haber formado en secreto, de pedir el permiso real para ir a Jerusalén.

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