Ahora, pues, Dios nuestro, grande, poderoso y terrible, que guardas el pacto y la misericordia, no dejes que te parezcan pocos todos los problemas que nos han sobrevenido a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas y a nuestros padres, y a todo tu pueblo, desde el tiempo de los reyes de Asiria hasta hoy.

Ahora, pues, Dios nuestro... que guardas el pacto y la misericordia. La fidelidad de Dios a su pacto se reconoce de manera prominente; y bien podría hacerlo, porque toda su historia nacional daba testimonio de ello. Pero como esto no podía proporcionarles mucho consuelo o esperanza, mientras eran tan dolorosamente conscientes de haberlo violado, se vieron impulsados a buscar refugio en las riquezas de la gracia divina; y de ahí el estilo especial de invocación que se adopta aquí: "Ahora, pues, Dios nuestro, el grande, el fuerte y el terrible, que guardas el pacto y la misericordia".

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