Sus propias iniquidades tomarán al impío mismo, y será retenido con las cuerdas de sus pecados.

Sus propias iniquidades tomarán al impío mismo, y será retenido con las cuerdas de sus pecados. El adúltero y fornicario se jacta de librarse fácilmente de la pena, así como del pecado, al que ahora cede. Pero no son meramente las cuerdas del castigo, sino las cuerdas de sus propios pecados, las que lo mantienen encadenado contra el juicio del último día: entonces será condenado por sí mismo.

Dado que el pecado es su propio castigo, escapar del castigo del pecado es imposible para el pecador inalterado. Los licenciosos se jactan de que en la vejez, cuando las pasiones son menos ardientes, se liberarán fácilmente del dominio de sus lujurias, se arrepentirán y buscarán la salvación. Pero declara que los "huesos del viejo pecador están llenos de los pecados de su juventud, los cuales yacerán con él en el polvo". Agustín, después de la experiencia ('Confesión', B. 6:), dice: 'Mientras se sirve a la lujuria, se forma el hábito; y mientras no se resiste al hábito, se forma la necesidad.'

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