Para que te guarden de la mujer extraña, de la extraña que lisonjea con sus palabras.

Para que te guarden de la mujer extraña... (que) halaga con sus palabras. No es la sabiduría humana, sino sólo la divina, la que puede proteger a los jóvenes de la lujuria; tal es la fragilidad humana, y tan poderosa la tentación.

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