Hechos 21:1-40

1 Habiéndonos despedido de ellos, zarpamos y navegamos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara.

2 Hallando un barco que hacía la travesía a Fenicia, nos embarcamos y zarpamos.

3 Después de avistar Chipre y de dejarla a la izquierda, navegábamos a Siria y arribamos a Tiro, porque el barco debía descargar allí.

4 Nos quedamos siete días allí, ya que hallamos a los discípulos. Mediante el Espíritu ellos decían a Pablo que no subiera a Jerusalén.

5 Cuando se nos pasaron los días, salimos acompañados por todos con sus mujeres e hijos hasta fuera de la ciudad y, puestos de rodillas en la playa, oramos.

6 Nos despedimos los unos de los otros y subimos al barco, y ellos volvieron a sus casas.

7 Habiendo completado la travesía marítima desde Tiro, arribamos a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día.

8 Al día siguiente, partimos y llegamos a Cesarea. Entramos a la casa de Felipe el evangelista, quien era uno de los siete, y nos alojamos con él.

9 Este tenía cuatro hijas solteras que profetizaban.

10 Y mientras permanecíamos allí por varios días, un profeta llamado Agabo descendió de Judea.

11 Al llegar a nosotros, tomó el cinto de Pablo, se ató los pies y las manos, y dijo: — Esto dice el Espíritu Santo: “Al hombre a quien pertenece este cinto, lo atarán así los judíos en Jerusalén, y le entregarán en manos de los gentiles”.

12 Cuando oímos esto, nosotros y también los de aquel lugar le rogamos que no subiera a Jerusalén.

13 Entonces Pablo respondió: — ¿Qué hacen llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy listo no solo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.

14 Como él no se dejaba persuadir, desistimos diciendo: — Que se haga la voluntad del Señor.

15 Después de estos días, habiendo hecho los preparativos, subimos a Jerusalén.

16 También vinieron con nosotros unos discípulos de Cesarea, trayendo consigo a un tal Mnasón de Chipre, discípulo antiguo, en cuya casa nos hospedaríamos.

17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron de buena voluntad.

18 Al día siguiente, Pablo entró con nosotros para ver a Jacobo, y todos los ancianos se reunieron.

19 Después de saludarlos, les contaba una por una todas las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por medio de su ministerio.

20 Cuando lo oyeron, glorificaron a Dios. Y le dijeron: — Tú ves, hermano, cuántos miles de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley.

21 Pero se les ha informado acerca de ti, que tú enseñas a apartarse de Moisés a todos los judíos que están entre los gentiles, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni anden según nuestras costumbres.

22 ¿Qué hay, pues, de esto? Seguramente oirán que has venido.

23 Por tanto, haz esto que te decimos. Entre nosotros hay cuatro hombres que han hecho votos.

24 Toma contigo a estos hombres, purifícate con ellos, paga por ellos para que se rapen sus cabezas, y todos sabrán que no hay nada de lo que se les ha informado acerca de ti, sino que tú también sigues guardando la ley.

25 Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros hemos escrito lo que habíamos decidido: que se abstengan de lo que es ofrecido a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de inmoralidad sexual.

26 Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres. Al día siguiente, después de purificarse con ellos, entró en el templo para dar aviso del día en que se cumpliría la purificación, cuando se ofrecería el sacrificio por cada uno de ellos.

27 Cuando iban a terminar los siete días, los judíos de Asia, al verle en el templo, comenzaron a alborotar a todo el pueblo y le echaron mano,

28 gritando: “¡Hombres de Israel! ¡Ayuden! ¡Este es el hombre que por todas partes anda enseñando a todos contra nuestro pueblo, la ley y este lugar! Y además de esto, ha metido griegos dentro del templo y ha profanado este lugar santo”.

29 Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, un efesio, y suponían que Pablo lo había metido en el templo.

30 Así que toda la ciudad se agitó, y se hizo un tumulto del pueblo. Se apoderaron de Pablo y le arrastraron fuera del templo, y de inmediato las puertas fueron cerradas.

31 Mientras ellos procuraban matarle, llegó aviso al tribuno de la compañía que toda Jerusalén estaba alborotada.

32 De inmediato, este tomó soldados y centuriones, y bajó corriendo a ellos. Y cuando vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.

33 Entonces llegó el tribuno y le apresó, y mandó que le ataran con dos cadenas. Preguntó quién era y qué había hecho;

34 pero entre la multitud, unos gritaban una cosa y otros, otra. Como él no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, mandó llevarlo a la fortaleza.

35 Y sucedió que cuando llegó a las gradas, Pablo tuvo que ser llevado en peso por los soldados a causa de la violencia de la multitud;

36 porque la muchedumbre del pueblo venía detrás gritando: “¡Mátalo!”.

37 Cuando ya iba a ser metido en la fortaleza, Pablo dijo al tribuno: — ¿Se me permite decirte algo? Y él dijo: — ¿Sabes griego?

38 Entonces, ¿no eres tú aquel egipcio que provocó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto a cuatro mil hombres de los asesinos?

39 Entonces dijo Pablo: — A la verdad, yo soy judío, ciudadano de Tarso de Cilicia, una ciudad no insignificante. Y te ruego, permíteme hablar al pueblo.

40 Como él se lo permitió, Pablo, de pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Hecho un profundo silencio, comenzó a hablar en hebreo diciendo:

CAPITULO 21

1-16. NAVEGANDO DE EFESO, DESEMBARCAN EN TIRO, Y DESDE ALLI LLEGAN A TOLEMAIDA, Y SIGUEN POR TIERRA A CESAREA Y JERUSALEN.

1. habiendo partido de ellos—Literalmente, “siendo arrancados de ellos”, lo que expresa la dificultad y la pena de la despedida. vinimos camino derecho—corriendo con el viento, como en el cap. 16:11. a Cooso “Cos”, isla cabalmente al sur de Mileto, a donde habrían llegado en unas seis horas, yendo cerca de la costa. al día siguiente a Rhodas—Otra isla, a unos ochenta kilómetros hacia el sudeste, de brillante hermosura y memoria clásica. de allí a Pátara—Ciudad del magnífico país de Licia, al este cabal de Rodas. Era la sede del célebre oráculo de Apolo.

2. hallando un barco—Por no ir más lejos, probablemente, aquel en que llegaron. que pasaba a Fenicia—Véase nota, cap. 11:19. nos embarcamos—Casí pensaría uno que esto fuera extraído de algún diario de navegación. por lo gráficos que son sus detalles.

3. avistamos a Cipro, dejándola a mano izquierda—es decir, se dirigieron hacia el sudeste, dejando la isla al noroeste. navegamos a Siria, y vinimos [“nos desembarcamos”] a Tiro—famoso puerto de comercio marítimo para el oriente y el occidente, a donde se llega desde Pátara en dos días. había de descargar allí su carga—Esto dió al apóstol el tiempo para lo que adelante se relata.

4-6. hallados los discípulos—Indicando que fueron buscados. Ellos esperarian hallar creyentes allí, según lo que leemos en el cap. 11:19. Tal vez no eran muchos, pero entre ellos había algunos dotados. los cuales decían a Pablo por Espíritu, que no subiese a Jerusalem—Véase nota, cap. 20:23; también nota, vv. 11-14. acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos … puestos de rodillas en la ribera, oramos—Véase nota, cap. 20:36-38. Nótese que los hijos de estos discípulos tirios no sólo acompañaron a sus padres, sino que deberían participar en este acto de solemne adoración. Véase nota, Efesios 6:1.

7. cumplida la navegación, vinimos de Tiro a Tolemaida—mejor traducido: “Cumplida la navegación desde Tiro, arribamos a Tolemaida”; llamada antiguamente “Acho” (Jueces 1:31), ahora “Santa Juana de Acre”, o bien, “Acre”, habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos, etc.—Discípulos ganados acaso, como en Tiro, en ocasión mencionada en cap. 11:19.

8-10. Y otro día, partidos Pablo y los que con él estábamos—Las palabras en paréntesis están omitidas en los mejores manuscritos. Probablemente representan una interpolación, por motivos que ignoramos. vinimos a Cesarea—siguiendo la costa por unos 38 kilómetros. Felipe el evangelista—Término que correspondía aparentemente a aquel misionero [Hows], por cuyo ministerio se había difundido muchísimo gozo por Samaria, y fué bautizado el eunuco etíope (cap. 8). uno de los siete—“diáconos”, que “había ganado para sí buen grado” (1 Timoteo 3:13). El y Pablo ahora se encuentran por vez primera, unos veinticinco años después de aquel entonces. éste tenía cuatro hijas, doncellas, que profetizaban—En cumplimiento de Joel 2:28 (véase cap. 2:18). Esto se menciona, así parecería, solamente como una alta distinción divinamente conferida a tan sagrado siervo del Señor Jesús, y probablemente indica el alto grado religioso de su familia. parando nosotros allí por muchos días—Como le sobraba tiempo para llegar a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés, creería ser un refrigerio para su espíritu pasar unos días en comunión cristiana con tan buena familia. descendió de Judea—tanto se había divulgado la noticia de su arribo—un profeta, llamado Agabo—sin duda el mencionado en el cap. 11:28.

11-14. Así atarán los Judíos en Jerusalem al varón cuyo es este cinto—Porque aunque los romanos lo hicieron, lo hicieron instigados por los judíos (v. 33; cap. 28:17). Estos métodos tan dramáticos de anunciar eventos futuros traerían a la memoria a los profetas de antiguo. (Comp. Isaías 20:2, etc.; Jeremias 13:1; Ezequiel 5:1). Esta predicción y la de Tiro (v. 4) se hicieron con el propósito, no de prohibirle la ida allá, sino para poner a prueba su valor y, pasada la prueba, para cimentarlo y madurarlo: le rogamos [aun con lágrimas, v. 13] nosotros y los [cristianos cesareanos] de aquel lugar, que no subiese a Jerusalem. Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y afligiéndome el corazón—¡Qué hermosa unión de determinación varonil y de ternura femenina alejada tanto del sentimentalismo como del estoicismo! yo no sólo estoy presto a ser atado—como decir, “Si eso es todo, que venga mas aun a morir—Estaba bien que pudiera añadir esto, pues eso mismo habría de sufrir.

15, 16. apercibidos—hechos los preparativos—subimos a Jerusalem—Pablo llegó por quinta vez después de su conversión, concluyendo así su tercer viaje misionero, que resultó ser su último, según lo que tenemos escrito; pues aunque cumplió la cuarta y última parte de su plan de misiones (cap. 19:21), a saber: “Después que hubiere estado allá, me será menester ver también a Roma”, lo hizo como “prisionero de Jesucristo”. (Algunos creen que Pablo hizo otro viaje misionero, después de su encarcelamiento, visitando los centros que él había establecido por Grecia y Asia Menor, y que fué arrestado una segunda vez, y llevado a Roma. Después de su segundo encarcelamiento fué decapitado. Nota del Trad.) trayendo consigo a un Mnasón [mejor traducido: “llevándonos a Mnasón”]—a un Mnasón, Cyprio, discípulo antiguo, etc.—No quiere decir un discípulo anciano, sino discípulo desde hacía algún tiempo. Tal vez era uno de Lamentaciones 3 convertidos en el día de Pentecostés, o lo que es más probable aún, atraído al Maestro mismo durante su ministerio. Había venido, tal vez, cón los demás chipriotas (cap. 11:20), “predicando al Señor Jesús a los griegos”, y ahora parece estar establecido en Jerusalén.

17-40. PABLO RELATA LOS EVENTOS DE SU TERCER VIAJE MISIONERO—AL ESTARSE PURIFICANDO DE UN VOTO JUDAICO EN EL TEMPLO, EL POPULACHO LO TOMA Y LO HIERE A PUNTO DE MATARLO—EL TUMULTO AUMENTA Y EL COMANDANTE ROMANO LO MANDA LLEVAR ENCADENADO A LA FORTALEZA, EN LAS GRADAS DE LA CUAL SE LE PERMITE HABLAR AL PUEBLO. El apóstol había estado muy preocupado por esta visita a causa de las numerosas intimaciones proféticas tocante al peligro que le aguardaba, y teniendo razón por qué esperar en la fiesta la presencia de los mismos partidos de cuya virulenta rabia apenas había escapado con vida una y otras veces, le hallamos rogando a los cristianos de Roma que luchen con él en oración, “por el nombre del Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu … para ser librado de los rebeldes que están en Judea”, y también “que la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén (la gran colecta que había hecho para los pobres de allí) sea acepta” (Romanos 15:30.

17-19. Los hermanos nos recibieron de buena voluntad—“gozosamente”. los discípulos en general, aparte del recibimiento oficial en el v. 18. Pablo entró con nosotros a Jacobo, y todos los ancianos se juntaron—Para que Pablo pudiera “informar él mismo”, reconociendo así formalmente al que era la cabeza de la iglesia y a sus asociados en el oficio. Véase nota, cap. 15:13. Si hubiesen estado en Jerusalén otros de los apóstoles en aquella ocasión, difícilmente se habría omitido una mención de ellos. contó por menudo [en detalle] lo que Dios había hecho entre los Gentiles por su ministerio—Como en ocasiones previas, cap. 14:27; y véase Romanos 15:15 : dió cuenta sin duda de los esfuerzos insidiosos y sistemáticos del partido judaizante, en varios lugares, por amoldar a la iglesia de Cristo en una secta judaica; y de sus propias medidas para contrarrestarlos.

20-25. glorificaron a Dios, etc.—Constreñidos a justificar el curso de Pablo, pese a la matiz judaica del cristianismo de Jerusalén. fueron informados … que enseñas a apartarse de Moisés—Esta calumnia de los judíos incrédulos hallaría fácil aceptación entre los cristianos celosos del judaísmo. a todos los Judíos que están entre los Gentiles—los que residían en los países paganos. Hay entre nosotros cuatro hombres [cristianos judíos, sin duda] que tienen voto sobre sí—guardados acaso a propósito—gasta con ellos—costeando los sacrificios legalmente requeridos de ellos, lo que sería recibido como señal de generosidad judaica. cuanto a los … Gentiles … hemos escrito haberse acordado que no guarden nada de esto, etc.—Esto enseña que con toda su conciliación para con el prejuicio judío, se le enseñó a la iglesia de Jerusalén a adherirse a la decisión del famoso concilio allí celebrado (cap. 15).

26. para anunciar [al sacerdote] el cumplimiento de los días de la purificación, etc.—Véase nota, Números 6:13.

27-30. unos Judíos de Asia—Con toda probabilidad eran de Efeso (puesto que conocieron a Trófimo aparentemente vecino de ellos, v. 29), amargados por la derrota del cap. 19:9. Trófimo—Véase nota, cap. 20:4. tomando a Pablo, hiciéronle salir del templo, y luego las puertas fueron cerradas—A fin de que el homicidio que pensaban consumar no contaminase aquel lugar santo.

31. fué dado aviso—“Se elevó aviso” a la fortaleza de Antonia, que estaba sobre una eminencia, donde vivía el comandante. Véase nota, v. 32. Esta parte de la narración es en particular gráfica. al tribuno—“al quiliarca”, jefe de la cohorte romana, cuyo numero completo era de mil hombres.

33. le mandó atar con dos cadenas—Véase nota, cap. 12:6.

34. unos gritaban una cosa, y otros otra—La dificultad consistiría en formular los crímenes de Pablo de modo de justificar ante un oficial romano las acciones de ellos. le mandó llevar a la fortaleza—de Antonia o a aquella parte ocupada por los soldados. La fortaleza fué edificada por Herodes sobre una peña alta en la esquina noroeste del área del gran templo, y fué nombrada en honor de Marco Antonio.

35, 36. Mátale—“Quita a éste”, la misma frase de Lucas 23:18; Juan 19:15.

37-40. ¿No eres tú aquel Egipcio, etc.—La forma de la pregunta sugiere que la respuesta debe ser negativa, y que es asunto de cierta sorpresa: a saber: “Pues entonces, ¿quién eres?” que levantaste una sedición. .?—Narrada por Josefo (Guerras Judaicas, ii, 8, 6 y 13:5), aunque las dos alusiones que él hace y la nuestra parecen referirse a diferentes períodos de dicha rebelión. ciudadano de Tarso, ciudad no obscura—Véase nota, cap. 16:37. estando en pie en las gradas—“¡Qué espectáculo más noble ofrecía Pablo en este momento! Allí estaba, atado con dos cadenas, pronto a hacer su defensa ante el pueblo por el comandante y al verlo sentado cerca, para guardar el orden. Un populacho enfurecido le contemplaba desde abajo. Con todo, en medio de tantos peligros, ¡qué sangre fría! ¡qué tranquilo está!” [Crisóstomo, en Hacket]. hecho grande silencio—El gentío se asombró por el permiso concedido a Pablo por el comandante y al verlo sentado como oyente. habló en lengua hebrea—el sirocaldeo, que era la lengua vernácula de los judíos palestinos desde el tiempo del cautiverio.

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