Hechos 20:1-38

1 Después de cesar el disturbio, Pablo mandó llamar a los discípulos y, habiéndoles exhortado, se despidió y salió para ir a Macedonia.

2 Recorrió aquellas regiones, exhortándoles con abundancia de palabras, y luego llegó a Grecia.

3 Después de estar él allí tres meses, los judíos tramaron un complot contra él cuando estaba por navegar rumbo a Siria, de modo que decidió regresar por Macedonia.

4 Le acompañaron Sópater hijo de Pirro, de Berea, los tesalonicenses Aristarco y Segundo, Gayo de Derbe, Timoteo, y Tíquico y Trófimo de Asia.

5 Estos salieron antes y nos esperaron en Troas.

6 Pero después de los días de los Panes sin levadura, nosotros navegamos desde Filipos y los alcanzamos después de cinco días en Troas, donde nos detuvimos siete días.

7 El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan, Pablo comenzó a hablarles, porque había de partir al día siguiente, y alargó el discurso hasta la medianoche.

8 Había muchas lámparas en el piso superior, donde estábamos reunidos.

9 Y a cierto joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, le iba dominando un profundo sueño. Como Pablo seguía hablando por mucho tiempo, el joven, ya vencido por el sueño, cayó del tercer piso abajo y fue levantado muerto.

10 Entonces Pablo descendió y se echó sobre él, y al abrazarlo dijo: “¡No se alarmen, porque su vida está en él!”.

11 Después de subir, de partir el pan y de comer, habló largamente hasta el alba; y de esta manera salió.

12 Ellos llevaron al joven vivo y fueron grandemente consolados.

13 Habiendo ido nosotros al barco con anticipación, navegamos hasta Asón para recibir a Pablo allí, pues así lo había dispuesto, debiendo ir él por tierra.

14 Cuando se reunió con nosotros en Asón, le tomamos a bordo y fuimos a Mitilene.

15 Navegamos de allí al día siguiente y llegamos frente a Quío. Al otro día, atracamos en Samos, y llegamos a Mileto al próximo día,

16 pues Pablo había decidido pasar de largo a Éfeso para no detenerse en Asia; porque, de serle posible, se apresuraba para pasar el día de Pentecostés en Jerusalén.

17 Desde Mileto, Pablo envió a Éfeso e hizo llamar a los ancianos de la iglesia.

18 Cuando ellos llegaron a él, les dijo: “Ustedes saben bien cómo me he comportado con ustedes todo el tiempo, desde el primer día que llegué a Asia,

19 sirviendo al Señor con toda humildad y con muchas lágrimas y pruebas que me vinieron por las asechanzas de los judíos.

20 Y saben que no he rehuido el anunciarles nada que les fuera útil, y el enseñarles públicamente y de casa en casa,

21 testificando a los judíos y a los griegos acerca del arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesús.

22 “Ahora, he aquí yo voy a Jerusalén con el espíritu encadenado, sin saber lo que me acontecerá allí;

23 salvo que el Espíritu Santo me da testimonio en una ciudad tras otra, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones.

24 Sin embargo, no estimo que mi vida sea de ningún valor ni preciosa para mí mismo, con tal que acabe mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.

25 “Ahora, he aquí yo sé que ninguno de todos ustedes, entre los cuales he pasado predicando el reino, volverá a ver mi cara.

26 Por tanto, yo declaro ante ustedes en el día de hoy que soy limpio de la sangre de todos,

27 porque no he rehuido el anunciarles todo el consejo de Dios.

28 Tengan cuidado por ustedes mismos y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo les ha puesto como obispos, para pastorear la iglesia del Señor, la cual adquirió para sí mediante su propia sangre.

29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de ustedes lobos rapaces que no perdonarán la vida al rebaño;

30 y que de entre ustedes mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para descarriar a los discípulos tras ellos.

31 Por tanto, velen, acordándose que por tres años, de noche y de día, no cesé de amonestar con lágrimas a cada uno.

32 “Y ahora, hermanos, les encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, a aquel que tiene poder para edificar y para dar herencia entre todos los santificados.

33 “No he codiciado ni la plata ni el oro ni el vestido de nadie.

34 Ustedes saben que estas manos proveyeron para mis necesidades y para aquellos que estaban conmigo.

35 En todo les he demostrado que trabajando así es necesario apoyar a los débiles, y tener presente las palabras del Señor Jesús, que dijo: ‘Más bienaventurado es dar que recibir’ ”.

36 Cuando había dicho estas cosas, se puso de rodillas y oró con todos ellos.

37 Entonces hubo gran llanto de todos. Se echaron sobre el cuello de Pablo y le besaban,

38 lamentando sobre todo por la palabra que había dicho que ya no volverían a ver su cara. Y le acompañaron al barco.

CAPITULO 20

1-12. PABLO LOGRA SU PROPOSITO DE VOLVER A MACEDONIA Y GRECIA—RETORNANDO DE ALLI, EN VIAJE A JERUSALEN, VUELVE A VISITAR A FILIPOS Y TROAS—SUS MINISTRACIONES EN TROAS. Este período de la vida del apóstol, particularmente rico en acontecimientos, se relata muy brevemente en esta historia. Los detalles del mismo deben ser entresacados de sus Epístolas mismas.

1, 2. partió—después de Pentecostés (1 Corintios 16:8). para ir a Macedonia—en cumplimiento de la primera parte de su plan (cap. 19:21). De sus Epístolas aprendemos (1) que, como se podría esperar por la posición de la costa, visitó de nuevo a Troas (2 Corintios 2:12; véase nota, cap. 16:8). (2) Que mientras que en su primera visita allí no hizo al parecer obra misionera alguna, ahora fué expresamente “para predicar el evangelio de Cristo”, y encontró que “le estaba abierta una puerta por el señor allí”, por la cual entro tan eficazmente que puso los cimientos de una iglesia (vv. 6, 7). (3) Que hubiera permanecido más tiempo allí, si no hubiera sido por su inquietud al ver que no regresaba Tito a quien había enviado a Corinto para terminar de reunir la colecta para los santos pobres de Jerusalén (1 Corintios 16:1; 2 Corintios 8:6), pero aun más, para que le trajera noticias del efecto que habría tenido en aquella iglesia su primera Epístola. (Probablemente se había puesto de acuerdo para encontrarse en Troas). (4) Que en este estado mental, temiendo algún trastorno, “se despidió” de los hermanos de Troas, y se fué de allí a Macedonia. Fué, sin duda, a la ciudad de Filipos a donde llegó (desembarcando en Nicópolis, su puerto de mar, véase nota, cap. 16:11, 12), como parece, si se compara 2 Corintios 11:9, donde se menciona “Macedonia”, con Filipenses 4:15, donde parece que se indica la ciudad de Filipos. Aquí encontró a los hermanos, que había dejado en su visita anterior en circunstancias de tan profundo interés, consolidados en iglesia próspera, generosa y cariñosamente ligados a su padre espiritual; bajo la dirección, acaso, de nuestro historiador, “el amado medico” (véase nota, cap. 16:40). Todo lo que dice nuestro historiador de esta visita macedónica es que “anduvo” por aquellas partes y les dió mucha exhortación. (5) Como Tito no había llegado a Filipos al mismo tiempo que el apóstol, “ningun reposo tuvo nuestra carne; antes, en todo fuimos atribulados: de fuera, cuestiones, de dentro, temores” (2 Corintios 7:5). (6). Por fin Tito llegó, para gozo del apóstol, siendo portador de noticias de Corinto mejores que las que Pablo osaba esperar (2 Corintios 7:6, 2 Corintios 7:13), aun cuando revelaban el penoso anuncio de un partido hostil que trataba de minar su influencia apostólica en dicha iglesia. (7) Movido por estos sentimientos mixtos escribió desde Macedonia, y probablemente desde Filipos su Segunda Epístola a los Corintios (Compárese la Introducción de la misma); la despachó por conducto de Tito, yendo junto con él dos delegados anónimos, elegidos expresamente para recibir y traer la colecta para los santos de Jerusalén, de los que da el hermoso testimonio de que eran “la gloria de Cristo” (2 Corintios 8:22). (8) Debió ser en esta ocasión cuando penetró hasta los confines de “Ilírico”, en las costas del Adriático (Romanos 15:19). Naturalmente hubiera deseado que su Segunda Epístola tuviera el tiempo necesario para producir el debido efecto, antes de volver a él a visitarlos, y ésta hubiera parecido oportunidad propicia para una gira nordoccidental, pudiendo de paso también visitar a las iglesias de Tesalónica y Berea, aunque de esto nada tenemos escrito. De camino hacia el sur de Grecia, predicaría el evangelio en las regiones intermedias de Epiro, Tesalia y Beocia (véase nota, Romanos 15:19), aunque de esto tampoco tenemos constancia. vino a Grecia—o Acaya, cumpliendo la segunda parte del plan (cap. 19:21).

3. después de haber estado allí tres meses—Aunque sólo se menciona la provincia, es la ciudad de Corinto lo que se entiende, como la provincia de “Macedonia” (v. 1) significa la ciudad de Filipos. Trabajos difíciles él pensaba hallar a su llegada a Corinto (2 Corintios 10:1, 2 Corintios 10:11; 2 Corintios 13:1), aun cuando tenia razones de esperar resultados felices; y como sabemos, había otras iglesias en Acaya además de la de Corinto (2 Corintios 1:1; 2 Corintios 11:10), tendría tiempo para visitarlas brevemente durante su permanencia de tres meses allí. Este lapso se hizo aun más memorable por el despacho de la Epistola a los Romanos, redactada durante su visita en Corinto, y enviada por “Febe, sierva (‘diaconisa’) de la iglesia de Cencreas” (véase nota, cap. 18:3), una dama aparentemente de renombre y poseedora de bienes, la cual iba a Roma por asuntos privados suyos (véase nota, Romanos 16:1, y la Introducción a la misma Epístola). le fueron puestas asechanzas por los Judíos—Cuando estaba por embarcarse para Siria. Había pensado embarcarse, probablemente, en Cencreas, el puerto oriental de la ciudad, en viaje para Jerusalén, siendo este viaje la tercera parte de su plan (cap. 19:21). Pero habiendo descubierto una conspiración contra su vida de parte de sus amargados enemigos judíos (como en Damasco, cap. 9:22-25, y en Jerusalén, cap. 9:29, 30), cambió de plan y resolvió “volverse”, como había venido, “por Macedonia”. Como nunca más había de volver a Corinto, así esta ruta le llevaría, por última vez, a ver cara a cara a sus íntimos discípulos de Berea, Tesalónica y Filipos.

4, 5. le acompañaron hasta [la provincia de] Asia Sopater Bereense—La lección correcta es, sin duda: “Sopater (hijo) de Pirro de Berea”. Algunos opinan que esta mención del padre fue para distinguirlo de Sosipater (el mismo nombre en forma más completa), mencionado en Romanos 16:21. Pero el que fuera la misma persona es lo más probable. y los Tesalonicenses, Aristarco—Véase nota, cap. 19:29. y Segundo—de quien nada se sabe. y Gayo de Derbe—Aunque el Gayo de cap. 19:29 se dice ser de “Macedonia”, y éste de Derbe, no hay razón suficiente para suponer que fuesen personas distintas; al contrario, Romanos 16:23, cotejado con 3 Juan 1:1, Joel 1:1, donde apenas hay razón por qué dudar que se trata del mismo Gayo, parece indicar que mientras que pasara gran parte de su vida de cristiano ausente de su Derbe nativa, posteriormente se había retirado a alguna parte no lejos de allí. y Timoteo—quien probablemente no era de Derbe sino de Listra (véase nota. cap. 16:1). Las dos ciudades están tan relacionadas con el ministerio del apóstol que la mención de la una en la frase precedente naturalmente traería a la memoria la otra. y de Asia, Tychico y Trófimo—El segundo era efesio, y el otro probablemente también. Parece que desde ahora en adelante estaban a las órdenes del apóstol, y hasta su mismo fin fueron de gran consuelo para él (Efesios 6:21; Colosenses 4:7; Hechos 21:29; 2 Timoteo 4:12, 2 Timoteo 4:20). Por la mención de los lugares de procedencia de cada uno de estos compañeros, y más por el orden en que ocurren sus nombres, podemos concluir que eran diputados de sus respectivas iglesias, encargados de la responsabilidad de recolectar y llevar la ofrenda para los santos pobres de Jerusalén, primero en Berea, luego en Tesalónica, después en Filipos [Hows], donde entendemos que nuestro historiador mismo se unió al grupo (por cuanto se reasume en el v. 5 el pronombre “nosotros”, suspendido en el cap. 16:17), y quien naturalmente hubiera llevado la colecta de la iglesia de Filipos.

5, 6. Estos yendo delante—acaso para anunciar la venida del apóstol y hacer los preparativos para ella. nos esperaron en Troas. Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura—(La fiesta de la Pascua). Este texto, cotejado con 1 Corintios 16:8, enseña que los tres meses que pasaron en Corinto (v. 3) eran los de invierno. navegamos de Filipos y vinimos a ellos en Troas—por la tercera y última vez (véanse notas, cap. 16:8, y v. 1). en cinco días—Como se podría hacer en dos, el viento debió ser contrario. Aquí se observa de nuevo el lenguaje vívido de uno que está presente. donde estuvimos siete días—Llegando un lunes, pasaron el próximo sábado judaico y el siguiente día del Señor, ocupándose, sin duda, en renovar y reforzar los lazos de amistad que lo unían a aquellos hermanos.

7. Y el día primero de la semana, juntos los discípulos—Esta, comparada con 1 Corintios 16:2 y otras alusiones similares, indica claramente que la observancia cristiana de este día, después llamado distintamente “el día del Señor”, ya era una práctica fija de las iglesias. Pablo les enseñaba—“conversaba”; literalmente, “dialogaba”. El tiempo gramatical indica acción continuada; “continuaba dialogando”.

8. había muchas lámparas en el aposento alto—Esto no es meramente un detalle gráfico de un testigo ocular [Hows, Hacket], sino se menciona probablemente, porque aumentaba el calor y causaba somnolencia [Webster y Wilkinson], como demuestra la frase que sigue. un mancebo … sentado en la ventana … cayó del tercer piso abajo, y fué alzado muerto—“La ventana sobresalía (según el costado del cuarto que ocupara) o a la calle o al patio del interior, de modo que en todo caso cayó sobre suelo duro o pavimento abajo”.

10-12. Pablo … derribóse sobre él—Como Eliseo (2 Reyes 4:34). abrazándole, dijo:… su alma está en él—Su vida ya está restaurada; comp. Marco 5:39. partiendo el pan—¡Con qué mezcla de reverencia y de gozo después de semejante acontecimiento! y gustando—“tomando alimento”; la comida común, para distinguirla del acto de “partir el pan” en la cena del Señor. habló largamente hasta el alba—¡Cuán natural es este relato respecto a la hermosa comunión cristiana, tan gozosa y libre así como solemne! (Véase Eclesiastés 9:7).

12-38. SIGUIENDO SU RUTA A JERUSALEN, LLEGA A MILETO, DE DONDE MANDA LLAMAR A LOS ANCIANOS DE EFESO.—SU DISCURSO DE DESPEDIDA.

13, 14. navegamos [de Troas] a Assón, para recibir de allí a Pablo; pues así había determinado que debía él ir por tierra—(Véase nota. Marco 6:33). Para navegar de Troas hacia el sur para Aso, uno debe rodear el Cabo Lecto y seguir hacia el este por la costa norte del Golfo de Adramitio. Es un viaje por mar de unos 65 kilómetros mientras que por tierra, cruzando derecho, en sentido sudoriental, por aquel excelente camino romano entonces existente, la distancia sería apenas más que la mitad. Pablo quiso que sus compañeros fueran por aquel trayecto, mientras él mismo eligió este otro, anhelando acaso gozar un tiempo en soledad, para unirse con la nave, según el arreglo, en Aso. vinimos a Mitilene—La capital de la hermosa y clásica isla de Lesbos, que está frente a la ribera oriental del mar Egeo, como a 48 kilómetros de Aso, en cuyo puerto parece que pasaron la noche.

15, 16. al día siguiente llegamos delante de Chío—ahora “Khíos” una de las más hermosas de aquellas islas, entre las cuales y la costa el viaje es encantador. Parece que no tocaron allí. al otro día tomamos puerto en Samo—otra isla que llegaba cerca de la costa, y tan distante al sur de Khíos cuanto ésta lo era al sur de Lesbos. habiendo reposado [por la noche] en Trogilio—Un anclaje frente al cabo como a un kilómetro del punto más meridional de la isla de Samo. al día siguiente llegamos a Mileto—sobre el continente; antigua capital de Jonia, a la desembocadura del río Meandro. Pablo se había propuesto pasar adelante de Efeso—Estaba frente a ella cuando se acercaba a Khíos. por no detenerse en Asia [la provincia de Asia, de la que Efeso era la ciudad principal]: porque se apresuraba por hacer el día de Pentecostés … en Jerusalem—Por ser una ocasión propicia para entregar la gran colecta de todas las iglesias occidentales, por guardar la fiesta y por defender su posición apostólica ante la iglesia, representada numerosamente en tal ocasión en Jerusalén. Las palabras infieren que había bastante razón por qué dudar que lograra su propósito—porque ya habían pasado más de tres semanas de las siete que había entre la Pascua y Pentecostés—y se añaden evidentemente para explicar por qué no visitó a Efeso una vez más.

17. enviando desde Mileto a Efeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia—Como estaba ahora como 64 kilómetros al sur de Efeso, podríamos pensar que se perdería más tiempo en mandar venir de tan lejos que en ir él mismo a Efeso cuando estaba tan cerca. Pero si les hubieran tomado allí vientos desfavorables o temporales, no hubiera logrado su propósito sino corrido el riesgo de detención en Efeso por el estado de la iglesia allí o por otras causas. Los aquí llamados “ancianos” o “presbíteros”, en el v. 28 son llamados “obispos”. (Véase nota allí). La identidad de presbíteros y obispos está fuera de toda disputa razonable.

18. Vosotros sabéis cómo … he estado con vosotros por todo el tiempo—Para que testificasen de su integridad cristiana y su fidelidad en todo su comportamiento oficial entre ellos, apeló a los ancianos mismos.

19. Sirviendo al Señor [Jesús] con toda humildad, y con muchas lágrimas y tentaciones—El no conocía la alabanza propia, ni el reposo mental: “había sembrado en lágrimas”, preocupado por los convertidos, por los que “sufrían dolores de parto”, y por los judíos, cuya amarga hostilidad siempre le acechaba, interrumpiendo su trabajo y haciendo peligrar su vida.

20. nada que fuese útil—para la edificación de todos. he rehuído—retraído por temor a sus consecuencias. enseñaros, públicamente y por las casas—¿Ha habido jamás un apóstol, cuyas funciones eran de una esfera tan extensa, que no se sintiera contento sin ministraciones privadas como también públicas? ¿Cómo, entonces, debieran sentirse los pastores? [Bengel].

21. Testificando a los Judíos y a los Gentiles [adoleciendo aquéllos y éstos de un mal común, y necesitados de un común tratamiento] arrepentimiento para con Dios, y la fe en [para con] nuestro Señor Jesucristo—Véase nota, cap. 5:31. El arrepentimiento, a distinción de la fe, es aquel estado del “corazón sincero y bueno”, que nace de un descubrimiento de la contrariedad de uno a las justas demandas de la ley divina. Se llama arrepentimiento “para con Dios”, porque viendo uno que es Dios quien es deshonrado por el pecado, concibe que todas sus confesiones y sus compunciones se le deben a él, como el gran Legislador, y conformemente las dirige a él, condenándose, humillándose y llorando delante de él, mirando hacia él como su sola esperanza de liberación. La fe, dice, es “para con nuestro Señor Jesucristo”, porque en el estado de mento que se acaba de describir, el corazón reconoce que el alivio está provisto en Cristo, con gozo abraza el ofrecimiento de la reconciliación en él, y deposita en él toda su esperanza de la salvación, desde el principio hasta el fin, en él como el Medio ordenado de toda la gracia de parte de Dios para el mundo pecador. Así pues tenemos un resumen breve de toda la predicación evangélica. Es fácil entender por qué el arrepentimiento está antepuesto aquí a la fe; porque aquél debe forzosamente preceder a ésta. Hay un arrepentimiento subsecuente a la fe, el cual es el fruto del perdón experimentado y de la restauración. Tal fué el arrepentimiento que arrancó aquellas lágrimas con que los pies del Salvador fueron una vez copiosamente lavados. (Lucas 7:37, Lucas 7:47; comp. Ezequiel 16:63). Pero en el presente texto el arrepentimiento está puesto en otra luz.

22, 23. Y ahora, he aquí, ligado yo [el “yo” enfático aquí] en [el] espíritu—comp. cap. 19:21. Esta presión interior, sin conocimiento alguno de “lo que le había de acontecer allá”, era el resultado de una dirección superior que disponía todas sus movimientos. Mas que [sino que] el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio—por pronunciamientos proféticos de ciudad en ciudad, como en cap. 11:4; 21:10, 11. Tales advertencias de eventos futuros no son desconocidos en el método general de la providencia divina, y tenderían a hacer madurar el espíritu del apóstol.

24. Mas de ninguna cosa hago caso, etc.—En esta noble expresión de absoluta dedicación al servicio de Cristo y de su disposición de hacer frente a lo peor que le pudiera ocurrir en la causa de Cristo, nótese (1) su celo por el carácter peculiar de su misión, como recibida directamente de Cristo mismo, sobre la cual giraban todas las acusaciones en su contra; (2) el tema de aquel evangelio que predicaba: LA GRACIA; era “el evangelio de la gracia de Dios”.

25-27. yo sé que ninguno de vosotros … verá mi rostro—No una predicación inspirada de lo que sin falta había de haber, sino lo que el apóstol, en sus circunstancias peculiares, esperaba. De modo que, si él volvió a verlos alguna vez es una cuestión que debe decidirse por su propia evidencia. yo soy limpio de la sangre de todos—(Cap. 18:6; y comp. 1 Samuel 12:3. 1 Samuel 12:5; Ezequiel 3:17; Ezequiel 33:8). no he rehuído de anunciaros todo el consejo de Dios—El divino camino de la salvación y su reino de almas salvadas por su Hijo Jesús. Véase Lucas 7:30.

28. mirad por vosotros—Comp. 1 Timoteo 3:2; 1 Timoteo 4:16; 1 Timoteo 6:11. y por todo el rebaño—Comp. Hebreos 13:17. Nótese aquí cómo el cuidado personal se pone antes que el pastoral. en que el Espíritu Santo os ha puesto —Comp. Juan 20:22; Efesios 4:8, Efesios 4:11; Apocalipsis 3:1. (Cap. 14:23 enseña que el apóstol no quiso excluir la ordenación humana). por obispos—Así traducida la palabra en toda otra parte; pero “la versión inglesa apenas ha tratado con justicia el sagrado texto, al traducir la palabra por sobreveedores, mientras que debía de ser aquí, como en otros lugares, obispos, a fin de que el hecho de que los ancianos y los obispos han sido original y apostólicamente sinónimos, estuviese patente al lector inglés común, lo que no está en efecto” [Alford]. La distinción entre estos dos oficios por cierto no puede ser trazada antes del siglo segundo, ni fué establecida sino a fines de dicho siglo. para apacentar la iglesia del Señor—o “la iglesia de Dios”. Cuál de estas lecciones del texto es la verdadera, es una cuestión que ha dividido a los mejores críticos. El peso de la evidencia de los manuscritos mejores favorece la lección: “iglesia del Señor”; también algunas de las versiones antiguas se leen así: Atanasio, el gran campeón de la suprema divinidad de Cristo dice, temprano en el siglo cuarto, que la expresión “iglesia de Dios” es desconocida en las Escrituras. ¿Cuál lección, entonces, favorece la evidencia interna? Como el término “iglesia de Dios” ocurre nueve veces en los escritos de Pablo, y la “iglesia del Señor” en ninguna parte de ellas, la probabilidad es, se dice, que usara aquí también su expresión acostumbrada. Pero sí la usó, es muy difícil entender cómo tantos de los copiadores primitivos hubiesen alterado el texto poniendo la frase poco común de “iglesia del Señor”; de la otra mano, si el apóstol en efecto usó esta expresión y así la escribió el historiador, es fácil entender cómo los copiadores, habituados a la expresión usual, escribiesen “Iglesia de Dios”. Por tanto, pues, aceptamos la segunda como la verdadera. Pero véase lo siguiente. la cual ganó por su [propia] sangre—“su propia” sangre es enfática en el griego; es decir: “Aquel glorificado Señor, que desde la diestra de su poder en los cielos está reuniendo y dirigiendo la iglesia, y que por su Espíritu, por medios humanos, os ha puesto sobre ella, no puede estar indiferente al bienestar de ella en vuestras manos, viendo que ha dado por ella su preciosísima sangre, haciéndola así suya por los vínculos más queridos”. La trascendente santidad de la iglesia de Cristo se hace descansar así en la dignidad de su Señor y en la preciosidad consiguiente de aquella sangre que vertió por ella. Y así como el carácter propiciatorio de la muerte de Cristo está aquí claramente expresado, así su suprema dignidad está sobreentendida tan claramente en la segunda lección como en la primera. ¡Qué motivo de fidelidad pastoral está aquí propuesto!

29, 30. después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces—Aquí se anuncia la venida de dos clases de enemigos: los unos que vendrán de afuera, y los otros criados en su propia comunidad; los unos y los otros habían de ser maestros. Los unos serían “lobos rapaces” que no perdonarían la grey. antes harían presa de ella: los otros sencillamente sectarios. “pervertidores” de la verdad, cabecillas de partidos. Tal vez una clase señalaba aquel sutil veneno del gnosticismo oriental que sabemos infectó muy pronto las iglesias de Asia; la otra, las tendencias judaizantes que, como sabemos. alborotaron a casi todas las iglesias primitivas. Véanse las Epístolas a los Efesios. a los Colosenses. a Timoteo, también aquellas escritas a las siete iglesias de Asia (Apocalipsis caps. 2 y 3). Es el deber de los pastores de todo tiempo vigilar en contra de todo lo que tiende a dañar y corromper la iglesia.

31. por tres años—en números redondos, pues era más cerca de tres años que de dos. de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas—¡Qué súplica ésta que pudo hacer Pablo! “Si esto era el deber de un apóstol, ¡cuánto más debería ser el del pastor”. [Bengel].

32-35. os encomiendo a Dios—el todopoderoso Conservador de su pueblo. y a la palabra de su gracia—Aquel mensaje de su gracia pura (v. 24) por la fe en la cual él nos guarda (1 Pedro 1:5). el cual es poderoso para sobreedificar, y daros heredad—Nótese cómo la salvación, no sólo en los pasos iniciales del perdón y de la regeneración, sino también en todos sus grados subsecuentes de “edificación”, aun hasta su consumación en la heredad final, atribuye al “poder” de Dios; así como en Romanos 16:25; Efesios 3:20; particularmente en Judas v. 24; comp. 2 Timoteo 1:12, donde la salvación se atribuye a Cristo. con todos los santificados—La santificación aquí se considera como el carácter y condición finales de los herederos de la gloria, considerados como una compañía única de salvados. estas manos—levantándolas, sin duda, como ante Agripa, en cadenas (cap 26:29). me han servido—“para mis necesidades”, etc. Véanse notas cap. 18:3, y 1 Corintios 4:12; 1 Corintios 9:6, escrita desde Efeso; también 1 Tesalonicenses 2:9. trabajando así [como yo he hecho, para otros así como para mí mismo], es necesario sobrellevar a los enfermos, y tener presente las palabras del Señor Jesús, el cual [como él mismo] dijo: Más bienaventurada cosa es dar que recibir—Este dicho áureo, arrebatado del olvido, y aquí añadido a los tesoros permanentes de la iglesia, es capaz de crear el deseo de que nos hubiera sido conservado más de lo que salió de aquellos labios, “cayendo como gotas de miel del panal”. Pero véase nota, Juan 21:25.

36-38. se puso de rodillas, y oró con todos—Nada puede ser más patético que estos últimos tres versículos, los cuales dejan una impresión indeleble de aquella rara fidelidad y afecto ministeriales de parte del apóstol, y de la calurosa admiración y amistad que sentían hacia él los presbíteros efesios. ¡Pluguiera a Dios que hubiese más frecuentemente tales escenas en la iglesia!

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