Juan 18:1-40

1 Habiendo dicho estas cosas, Jesús salió con sus discípulos para el otro lado del arroyo de Quedrón donde había un huerto en el cual entró Jesús con sus discípulos.

2 También Judas, el que lo entregaba, conocía aquel lugar porque Jesús solía reunirse allí con sus discípulos.

3 Entonces Judas, tomando una compañía de soldados romanos y guardias de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con antorchas, lámparas y armas.

4 Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de acontecer, se adelantó y les dijo: — ¿A quién buscan?

5 Le contestaron: — A Jesús de Nazaret. Les dijo Jesús: — Yo Soy. Estaba también con ellos Judas, el que lo entregaba.

6 Cuando les dijo, “Yo Soy”, volvieron atrás y cayeron a tierra.

7 Les preguntó, pues, de nuevo: — ¿A quién buscan? Ellos dijeron: — A Jesús de Nazaret.

8 Jesús respondió: — Les dije que Yo Soy. Pues si a mí me buscan, dejen ir a estos.

9 Esto hizo para que se cumpliera la palabra que él dijo: “De los que me diste, ninguno de ellos perdí”.

10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.

11 Entonces Jesús dijo a Pedro: — Mete tu espada en la vaina. ¿No he de beber la copa que el Padre me ha dado?

12 Entonces la compañía de soldados, el comandante y los guardias de los judíos prendieron a Jesús y lo ataron.

13 Luego lo llevaron primero ante Anás porque era el suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año.

14 Caifás era el que había dado consejo a los judíos de que convenía que un hombre muriera por el pueblo.

15 Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote

16 pero Pedro se quedó fuera, a la puerta. Y salió el otro discípulo que era conocido del sumo sacerdote, habló a la portera y llevó a Pedro adentro.

17 Entonces la criada portera dijo a Pedro: — ¿Tú no serás también de los discípulos de ese hombre? Él dijo: — No lo soy.

18 Y los siervos y los guardias estaban de pie pues habían encendido unas brasas, porque hacía frío y se calentaban. Pedro también estaba de pie con ellos, calentándose.

19 El sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.

20 Jesús le respondió: — Yo he hablado abiertamente al mundo. Siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos. Nada he hablado en secreto.

21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregúntales a los que han oído lo que yo les he hablado. He aquí, ellos saben lo que yo dije.

22 Cuando dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús diciéndole: — ¿Así respondes al sumo sacerdote?

23 Jesús le contestó: — Si he hablado mal, da testimonio del mal; pero si bien, ¿por qué me golpeas?

24 Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.

25 Estaba, pues, Pedro de pie calentándose, y le dijeron: — ¿Tú no serás también de sus discípulos? Él negó y dijo: — No lo soy.

26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo: — ¿No te vi yo en el huerto con él?

27 Pedro negó otra vez, y en seguida cantó el gallo.

28 Llevaron a Jesús de Caifás al Pretorio. Era al amanecer. Pero ellos no entraron al Pretorio para no contaminarse y para así poder comer la Pascua.

29 Por tanto, Pilato salió a ellos y dijo: — ¿Qué acusación traen contra este hombre?

30 Le respondieron y dijeron: — Si este no fuera malhechor no te lo habríamos entregado.

31 Entonces Pilato les dijo: — Tómenlo ustedes y júzguenlo según su ley. Los judíos le dijeron: — A nosotros no nos es lícito dar muerte a nadie.

32 Así sucedió para que se cumpliera la palabra de Jesús que dijo señalando con qué clase de muerte había de morir.

33 Entonces Pilato entró otra vez al Pretorio, llamó a Jesús y le dijo: — ¿Eres tú el rey de los judíos?

34 Jesús le respondió: — ¿Preguntas tú esto por ti mismo o porque otros te lo han dicho de mí?

35 Pilato respondió: — ¿Acaso soy yo judío? Tu propia nación y los principales sacerdotes te entregaron a mí. ¿Qué has hecho?

36 Contestó Jesús: — Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos. Ahora, pues, mi reino no es de aquí.

37 Entonces Pilato le dijo: — ¿Así que tú eres rey? Jesús respondió: — Tú dices que soy rey. Para esto yo he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad oye mi voz.

38 Le dijo Pilato: — ¿Qué es la verdad? Pilato entrega a Jesús Habiendo dicho esto, salió de nuevo a los judíos y les dijo: — Yo no hallo ningún delito en él.

39 Pero ustedes tienen la costumbre de que les suelte un preso en la Pascua. ¿Quieren, pues, que les suelte al rey de los judíos?

40 Entonces todos gritaron de nuevo diciendo: — ¡No a este, sino a Barrabás! Y Barrabás era un asaltante.

JESUS ES TRAICIONADO Y APRESADO.

1-3. tras el arroyo de Cedrón—una quebrada honda y obscura, al nordeste de Jerusalén, por la cual corría este arroyo pequeño cuando había lluvia, o en el invierno, y que se secaba en el verano. donde estaba un huerto—el pie del Monte de Olivos, “llamado Gethsemaní” (“prensa de aceite”), Mateo 26:30, Mateo 26:36.

2. también Judas, el que le entregaba, sabía aquel lugar; porque muchas veces [véase el cap. 8:1; Lucas 21:37] Jesús se juntaba allí con sus discípulos—La bajeza de este abuso de conocimiento de parte de Judas resultante de su admisión a la intimidad más estrecha con su Maestro, es relatada aquí muy patéticamente. aunque no se expresa nada más que el relato escueto. Sin embargo sabiendo Jesús que en este lugar esperaba Judas hallarlo, en vez de evitar esto, va allá, como Cordero al matadero. “Nadie me quita la vida, mas yo la pongo de mí mismo”. (Cap. 10:18). Además, la escena que había de llenar el poco tiempo restante, el intervalo terrible entre la Cena y el Apresamiento—como el “silencio en el cielo casi por media hora”, entre el rompimiento de los sellos apocalípticos y el repique de las Trompetas de guerra (Apocalipsis 8:1)—LA AGONIA—habría sido demasiado terrible para el aposento alto; tampoco quería él obscurecer las asociaciones deleitosas de la última Pascua y la Primera Cena derramando allí la angustia de su alma. Sin embargo, el huerto con su amplitud de espacio, sus olivos sombríos, sus recuerdos íntimos, sería simpático a su corazón. Aquí tenía él espacio suficiente para retirarse, primero, de ocho de ellos, y después de los tres más favorecidos; y aquí, cuando terminara aquella escena misteriosa, el silencio sería roto sólo por la pisada del traidor.

3. Judas pues—“El que se llamaba Judas, uno de los doce”, dice Lucas, en frases que le marcan con una infamia peculiar, como en el círculo sagrado, mas en ningún sentido de él. una compañía—“el destacamiento de la cohorte romana de servicio en Jerusalén durante la fiesta para mantener el orden”. [Webster y Wilkinson]. ministros de los pontífices y de los Fariseos—Capitanes del templo y levitas armados. con linternas y antorchas—Era tiempo de luna llena, pero en caso de que él se hubiera escondido en las quebradas obscuras, traían los medios de explorar sus escondrijos, poco sabiendo con quién tenían que ver. “Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, aquél es; prendedle.” (Mateo 26:48). La inhumanidad de este discurso fué sólo superada por el hecho mismo. “Judas … iba delante de ellos” (Lucas 22:47), “y luego que llegó a Jesús, dijo: Salve, Maestro. Y le besó” (Mateo 26:49; compárese Éxodo 4:27; Éxodo 18:7; Lucas 7:45). La insolencia de este hecho atroz demuestra cuán completamente para ahora este hombre había dominado todos sus escrúpulos. Si el diálogo entre Jesús y sus apresores fué antes de esto, como algunos intérpretes piensan, entonces el beso de Judas fué demás, y probablemente lo hizo para establecer su derecho a cobrar el dinero; como nuestro Señor se presentó de repente delante de ellos, era innecesario que alguien lo señalara. Pero una comparación entre los relatos parece indicar que la “salida delante” de Jesús a la banda fué después de su entrevista con Judas. “Y Jesús le dijo: Amigo”—no el término “amigo” expresado en el cap. 15:15, sino “compañero”, palabra usada en ocasión de amonestación o reprensión (como en Mateo 20:13; Mateo 22:12); “¿a qué vienes?” (Mateo 26:50). “¿Con beso entregas al Hijo del hombre?”—imprimiendo en el acto más ruin la marca del cariño más tierno. ¡Qué sentimiento lastimado, herido, expresa esto! En esto se mostró Jesús en varias ocasiones profundamente susceptible; como lo son todas las naturalezas generosas y hermosas.

4-9. Jesús, sabiendo todas las cosas que habían de venir [“que estaban viniendo”] sobre él, salió delante—de entre la sombra de los árboles, probablemente, a la clara luz, indicando que estaba listo a encontrarse con sus apresadores. ¿A quién buscáis?—En parte para evitar una arremetida de la soldadesca contra los discípulos [Bengel]; y véase Marco 14:51, que muestra una tendencia a ésta; pero todavía más como parte de aquel valor y majestad que tanto los intimidaron. No quiso esperar a que lo tomasen. Respondiéronle: A Jesús Nazareno—Sólo la suerte de respuesta corta, directa que se esperaría de militares que simplemente ejecutaban órdenes. Yo soy—Véase la nota acerca del cap. 6:20. Estaba también con ellos Judas—No se dice nada más de su papel en la escena, pero hemos hallado penosamente llenada la brecha por los demás evangelistas.

6. Y como les dijo, Yo soy, volvieron atrás, y cayeron en tierra—derribados por un poder como aquel que echó en tierra a Saulo de Tarso y sus compañeros. (Hechos 26:14). Fué la gloriosa efulgencia de la majestad de Cristo lo que los abrumó. “Sucediendo esto antes de su rendición, demostraría su poder sobre sus enemigos, y así la libertad con la cual él se entrego”. [Meyer].

7. Volvióles, pues, a preguntar: ¿A quién buscáis?—Dándoles una puerta de escape de la culpa de un hecho que ahora podían de alguna medida comprender. A Jesús Nazareno—Disipándose el efecto aturdidor de su primera respuesta, ellos piensan sólo en la necesidad de ejecutar sus órdenes.

8. Os he dicho que yo soy: pues si a mí buscáis, dejad ir a éstos—¡Maravilloso dominio de sí y consideración por otros en semejantes circunstancias!

9. Para que se cumpliese la palabra que había dicho: De los que me diste, ninguno de ellos perdí—La referencia es a dichos como los mencionados en los caps. 6:39; 17:12; mostrando cuán consciente era el evangelista, de que al referirse a los dichos anteriores del Señor, los estaba dando no sólo en sustancia, sino también en forma. Nótese también cómo la conservación de los discípulos en esta ocasión es mirada como parte de aquella conservación más profunda, sin duda, entendida en la cita.

10, 11. Entonces Simón Pedro, que tenía espada, sacóla, e hirió al siervo del pontífice, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco—Ninguno de los otros historiadores menciona el nombre del discípulo ardiente ni de su víctima. Siendo “conocido del pontífice” (v. 15) Juan, es bien natural la mención del nombre del siervo por él, y una señal interesante de la verdad en un asunto pequeño. En cuanto a la oreja derecha, especificada aquí y en Lucas, el hombre “probablemente iba delante de los que avanzaban para prender a Jesús, y se presentó en actitud de combate; por lo tanto su costado derecho estaría expuesto al ataque. El golpe de Pedro es evidente que se dirigía verticalmente a su cabeza”. [Webster y Wilkinson]. Jesús entonces dijo—“Dejad hasta aquí” (Lucas 22:51). a Pedro: Mete tu espada en la vaina: el vaso que el Padre me ha dado, ¿no lo tengo de beber?—Esto expresa los dos sentimientos que luchaban en el pecho del Señor durante la agonía en el huerto: la aversión al vaso visto en sí mismo, mas, en la luz de la voluntad del Padre, una perfecta disposición a beberlo. (Véanse las notas acerca de Lucas 22:39). Mateo agrega a la reprensión hecha a Pedro lo siguiente: “Porque todos los que tomaren la espada, a espada perecerán” (Mateo 26:52); en otras palabras: “Los que toman la espada, tendrán que correr todos los riesgos de la guerra humana; pero la mía es una guerra cuyas armas como no son carnales. no están expuestas a tales peligros, sino que llevan a victoria segura”. “¿Acaso piensas que no puedo ahora”—aun cuando las cosas han llegado hasta este punto—“orar a mi Padre, y él me daría”—más bien, “pondría a mi disposición”—“más de doce legiones de ángeles?”—con alusión tal vez a un ángel que en su agonía “le apareció … del cielo confortándole” (Lucas 22:43); y en el número preciso, aludiendo a los doce que necesitaban ayuda, él mismo y los once discípulos. (El número completo de una legión romana era de seis mil soldados.) “¿Como, pues, se cumplirán las Escrituras, que así conviene que sea hecho?” (Mateo 26:53). El no podría sufrir según las Escrituras, si se permitiera ser librado de la muerte predicha. “Y tocando su oreja, le sanó” (Lucas 22:51); porque “el Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas” (Lucas 9:56), y aun cuando ellos estaban destruyendo la de él, para salvar la de ellos.

12. Entonces la compañía … prendieron a Jesús—mas no, mientras él no les hubiera hecho entender que “nadie le quitaba su vida, mas él la ponía de sí mismo”.

13. Y lleváronle—“En aquella hora”, dice Mateo (Lucas 26:55), y probablemente ahora, en camino al juicio, mientras las turbas le estaban apretando, “dijo Jesús a las gentes: ¿Como a ladrón habéis salido con espadas y con palos a prenderme?”—expresivo de la indignidad que él sentía de que le tratasen así. “Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis”. “Mas ésta es vuestra hora (agrega Lucas,Lucas 22:53) y la potestad de las tinieblas”. Pero Mateo continúa: “Mas todo esto se hace, para que cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos sus discípulos huyeron, dejándole” (Mateo 26:56), cumpliendo así la predicción de él. Marco 14:27; cap. 16:32.

13-27. JESUS ANTE ANAS Y CAIFAS—LA CAIDA DE PEDRO.

13, 14. Y lleváronle primeramente a Anás—Véanse las notas acerca de Lucas 3:2, y Mateo 26:57.

15-18. Y seguía a Jesús Simón Pedro—Aunque esto fué natural, y bastante seguro, si solo “hubiera velado y orado para que no entrara en tentación”, como le había mandado el Maestro (Mateo 26:41); en el caso de él fué un paso fatal. y otro discípulo—Más bien, “el otro discípulo”—sin duda nuestro evangelista mismo. conocido del pontífice—Véase la nota acerca del v. 10. y entró con Jesús al atrio del pontífice; 16. Mas Pedro estaba fuera a la puerta—por arreglo previo con su amigo, hasta que consiguiera para él entrada. Y salió aquel discípulo que era conocido del pontífice, y habló a la portera, y metió dentro a Pedro—La naturalidad de estos pequeños detalles no es indigna de nuestra atención. Este otro discípulo primero aseguró su propia entrada en consideración a su conocimiento del sumo pontífice; salió otra vez, ahora como persona privilegiada, para interesarse por la entrada de Pedro. Así nuestro pobre discípulo se halla en los pliegues de la serpiente. Los próximos pasos serán vistos mejor, si invertimos el orden de los versículos 17 y 18.

18. estaban en pie los siervos y ministros—Los domésticos y algunos de la “compañía” que apresaron a Jesús. habían allegado las ascuas; porque hacía frío, y calentábanse—“Juan solo menciona el material (‘carbón de leña’) del cual fué hecho el fuego, y el motivo de él, el frío de la noche.” [Webster y Wilkinson.] “Entrando (Pedro) dentro, estábase sentado con los criados, para ver el fin” (Mateo 26:58), “y calentándose al fuego” (Marco 14:54). Estos dos dichos son extremadamente interesantes. Su deseo de “ver el fin”, o el resultado del proceso, fué lo que le atrajo en el palacio, porque evidentemente estaba temiendo lo peor. Pero una vez dentro, el pliegue de la serpiente aprieta más; es noche fría, y ¿por qué no debería él valerse del fuego como los otros? Además, en la conversación de la gente acerca del tema general, él podría recoger algo que le gustaría oír. “Y estando Pedro abajo en el atrio”. (Marco 14:66). Mateo dice (Marco 26:69): “estaba sentado fuera en el patio”. Según la arquitectura oriental, y especialmente en edificios grandes, como aquí, la puerta a la calle, o pesado portón plegable, por la cual entran las personas una por una por un portillo guardado por una portera, se abría sobre un pasillo o “porche” (Marco 14:66) a un patio cuadrangular, aquí llamado “atrio” o “palacio”, que estaba sin techo, y es frecuentemente pavimentado con baidosas o piedras. En el centro de este patio sería prendido el “fuego” (en un brasero). Al otro cabo de este patio, probablemente, estaba la cámara en la cual se seguía el proceso, abierta sobre el patio y no lejos del fuego (Lucas 22:61), mas sobre un nivel más alto; porque Marcos dice que el patio estaba “abajo”. La subida era, tal vez, por una corta escalera. Esta explicación hará más inteligibles los detalles interesantes.

17. Entonces la criada portera—“Una de las criadas del sumo sacerdote”, dice Marcos (Lucas 14:66). “Como vió a Pedro que se calentaba, mirándole, dice” (Marco 14:67). Lucas es más gráfico (22:56): “Le vió que estaba sentado al fuego, fijóse en él, y dijo”. “Su porte y timidez, que se habrían mostrado vivamente, como así suele generalmente, conduciendo al reconocimiento de él”. [Olshausen]. ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre?—es decir, Tú como también “aquel otro discípulo”, a quien ella conocía, mas no atajaba, viendo que era persona privilegiada. Dice él: No soy—Y “negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices”, Mateo 26:70, forma común de negación terminante; “No conozco, ni sé lo que dices”, Marco 14:68; “Mujer, no le conozco”, Lucas 22:57. Esta fué la primera negación. “Y se salió fuera a la entrada (pensando tal vez, escaparse); y cantó el gallo”, Marco 14:68.

19-21. Y el pontífice preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina—Probablemente para enredarlo en algunos dichos que podrían usarse contra él en el juicio. Por la respuesta de nuestro Señor parecería que “sus discípulos” eran tomados por un partido secreto. Yo manifiestamente he hablado al mundo—Véase la nota acerca del cap. 7:4. Yo siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se juntan todos los Judíos—Buscando publicidad, mas con sublime tranquilidad. nada he hablado en oculto—es decir, nada de alguna naturaleza diferente; no siendo todas sus comunicaciones particulares con los discípulos sino las explicaciones y ampliaciones de su enseñanza pública. Véase Isaías 45:19; Isaías 48:16. ¿Qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído … ésos saben lo que yo he dicho—Esto parece indicar que él se dió cuenta de la tentativa de envolverlo en la acriminación de sí mismo; se resintió de ello, recurriendo al derecho de toda persona acusada, de tener algún cargo presentado por testigos competentes.

22. dió una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así respondes al pontífice?Isaías 50:6, y cf. Hechos 23:2.

23. Si he hablado mal—“Si he hablado mal” en respuesta al pontífice. Si bien—El no dice, “Si no mal,” como si su contestación fuese meramente irrecusable; “Bien” parece tachar más que esto como debido a su amonestación. [Bengel]. Esto demuestra que Mateo 5:39 no ha de tomarse al pie de la letra.

24-27. Y Anás le había enviado atado a Caifás pontífice—Nuestros traductores así rinden las palabras, entendiendo que la entrevista anterior se realizó ante Caifás; Anás, rehusando entremeterse en el caso, habiéndole enviado a Caifás en seguida. Pero las palabras aquí literalmente son: “Anás le envió (no, “le había enviado”), a Caifás”. Leído así el versículo no presenta ninguna evidencia de que hubiera sido enviado a Caifás antes de la entrevista recién relatada, pero da a entender lo contrario. Entendemos, pues, con algunos de los intérpretes más competentes, que esta entrevista fué preliminar y no oficial con Anás, a una hora de la noche cuando el concilio de Caifás no podía reunirse; y entrevista que no debe confundirse con la solemne relatada por los otros historiadores, cuando todos estaban reunidos y fueron llamados testigos. Pero el edificio en el cual se reunieron las dos asambleas, parece que fué el mismo, únicamente siendo diferentes las piezas, y el patio, naturalmente, uno solo.

25. Estaba pues Pedro en pie calentándose. Y dijéronle: ¿No eres tú de sus discípulos?—En Mateo 26:71 el segundo cargo fué hecho por “otra criada”, cuando él había “salido a la puerta”, la cual “le vió … y dijo a los que estaban allí: También éste estaba con Jesús Nazareno”. Así también Marco 14:69. Pero en Lucas 22:58, se dice: “Y un poco después, (del tiempo de la primera negación), viéndole otro, dijo: Y tú de ellos eras”. Posiblemente la acusación le fué echada en cara por más de uno; pero estas diferencias circunstanciales sólo confirman la verdad del relato. El negó, y dijo: No soy—en Mateo 26:72 : “Y negó otra vez con juramento: No conozco al hombre”. Esta fué la segunda negación.

26. Uno de los siervos del pontífice, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: ¿No te vi yo en el huerto con él?—Sin duda el parentesco con Malco atrajo su atención al hombre que lo hirió, y esto hizo posible que identificara a Pedro. “¡Triste represalia!” [Bengel]. Los otros evangelistas hacen que su descubrimiento dependa de su dialecto. “Y un poco después (‘como una hora pasada’, Lucas 22:59) llegaron los que estaban por allí, y dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu habla te hace manifiesto”, Mateo 26:73. “Eres galileo, y tu habla es semejante”, Marco 14:70; así también Lucas 22:59. El dialecto galileo tenía un tono más sirio que el de Judea. Si Pedro se hubiera callado la boca, esta peculiaridad no se habría notado; pero esperando probablemente despistarlos tomando parte en la conversación al lado del fuego, no hizo sino descubrirse.

27. Y negó Pedro otra vez—Pero, si la acusación del pariente de Malco fué hecha simultáneamente con ésta por su dialecto galileo, no fué una negación simple; porque Mateo 26:74 dice: “Entonces comenzó a hacer imprecaciones, y a jurar, diciendo: No conozco al hombre”. Así Marco 14:71. Esta fué la tercera negación. Y luego [“estando él aún hablando”, Lucas 22:60] el gallo cantó—Así como Marcos es el único evangelista que nos dice que nuestro Señor predijo que el gallo cantaría dos veces (cap. 14:30). así él es el único que mencionó que efectivamente cantó dos veces (v. 72). Los otros evangelistas que nos dicen meramente que nuestro Señor predijo que “antes que el gallo cante, me negarás tres veces” (Mateo 26:34; Lucas 22:34; Juan 13:38). mencionan un solo canto, el cual es el último de Marcos. Esto es algo afectivo en este evangelista, quien según las tradiciones más antiguas (confirmadas por evidencia interna), recibió sus materiales de Pedro y así ha sido llamado su “intérprete”, siendo el único que da la triste predicción y su cumplimiento más triste en forma completa. Esto parece indicar que Pedro mismo no sólo conservaba por toda su vida posterior el recuerdo más vivo de las circunstancias de su caída sino que estaba deseoso de que otros las conociesen también. Los actos inmediatamente subsiguientes se dan completos sólo en Lucas (Juan 22:61): “Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro”, desde la sala del tribunal, en una forma ya explicada. ¡Quién podrá decir qué destellos de amor herido y reproche penetrante se lanzaron desde aquella “mirada” por el ojo de Pedro hasta su corazón! “Y Pedro se acordó de la palabra del Señor como le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y esto hizo que Pedro “llorara amargamente”. ¡Cuán diferente de la secuela del acto de Judas! Sin duda los corazones de los dos hombres para con el Salvador eran completamente diferentes desde el principio; y la traición de Judas no fué sino la consumación de la resistencia de aquel miserable a la gloriosa luz en medio de la cual había vivido tres años, mientras que la negación de Pedro no fué sino la obscuridad momentánea de la luz y el amor celestiales de su Maestro, los cuales gobernaban su vida. Pero la causa inmediata de la bendita reacción, que hizo que Pedro “llorara amargamente”, fué sin duda esta “mirada” penetrante de su Señor. Y recordando las mismas palabras del Salvador, en la mesa: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandaros como a trigo; mas yo he rogado (más bien, ‘rogué’) por ti que tu fe no falte” (véase la nota acerca de Lucas 22:31). ¿no podemos decir que esta oración trajo desde lo alto todo lo que había en aquella “mirada” para penetrar y destrozar el corazón de Pedro, para guardarlo de la desesperación, para obrar en él “arrepentimiento saludable de que no hay que arrepentirse”, y finalmente, bajo otros toques sanadores, para “restaurar su alma”?

28-40. JESUS ANTE PILATO. N. B. Habiendo relatado nuestro evangelista la entrevista con Anás, omitida por los otros evangelistas, aquí omite el juicio y la condena ante Caifás, los cuales relatan los otros. Véanse las notas acerca de Marco 14:53. Las notas incompletas del v. 61. son concluídas aquí, (Marco 14).

61. “El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dice: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?” Mateo dice que el sumo sacerdote le puso bajo solemne juramento, diciendo: “Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo. Hijo de Dios” (Marco 26:63). Esto hizo legalmente necesaria una respuesta por nuestro Señor, Levítico 5:1. Por consiguiente.

62. “Jesús le dijo: Soy soy” (“Tú lo has dicho”, Mateo 26:64). En Lucas 22:67, algunas palabras más son dadas: “Si os lo dijere, no creeréis; y también si os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis”. Parece que esto fué pronunciado antes que diera su respuesta directa, como una reconvención tranquila y protesta digna contra el prejuicio de su caso y la mala fe en su modo de proceder. “Y veréis al Hijo del hombre”, etc. Esta parte final de la respuesta de nuestro Señor es dada más ampliamente por Mateo y Lucas, “Aun os digo, que desde ahora habéis de ver al Hijo del hombre sentado a la diestra de la potencia de Dios, y que viene en las nubes del cielo” (Mateo 26:64; Lucas 22:69); expresado en otras palabras: “Yo sé el desdén con que estáis listos a responder a esta confesión: A vuestros ojos, que no son sino ojos de carne, está ante este tribunal un mortal como vosotros, y que él está a la discreción de las autoridades eclesiásticas y civiles: ‘Sin embargo’, viene el día cuando veréis otro espectáculo: Esos ojos, que ahora me miran con desdén orgulloso, verán a este mismo prisionero a la diestra de la Majestad en las alturas, y viniendo en las nubes del cielo; entonces el enjuiciado de hoy será revelado como el Juez, y sus jueces de ahora aparecerán ante su augusto tribunal; entonces los jueces injustos serán juzgados imparcialmente; y mientras ellos estén deseando nunca haber nacido, él a quien contemplan ahora como su víctima, será saludado con las aleluyas del cielo y con la bienvenida de Aquel que está sentado en el trono”.

63, 64. “Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus vestidos, dijo: ¿Qué más tenemos necesidad de testigos? Oído habéis la blasfemia”; “lo hemos oído de su boca”, agrega Lucas 22:71; afectación de horror religioso. “¿Qué os parece?” Decid, qué veredicto queréis pronunciar. “Y ellos todos le condenaron ser culpado de muerte”, de crimen capital. (Véase Levítico 24:16).

65. “Y algunos comenzaron a escupir en él” (“Entonces le escupieron en el rostro”, Mateo 26:67). Véase Isaías 50:6. “Y cubrir su rostro, y a darle bofetadas, y decirle: Profetiza”, o “adivina”, “a nosotros, tú Cristo, quién es el que te hirió”. El sarcasmo de llamarle “el Cristo” y como tal pedir de él la identidad del perpetrador de las bofetadas, fué en ellos tan infame como a él humillante. “Y los servidores le herían de bofetadas”. “Y decían otras muchas cosas injuriándole”, Lucas 22:65. Esta declaración general es importante, como manifiesta por virulentas y variadas que eran las afrentas registradas inflingidas en él, no eran sino una pequeña muestra de lo que él soportó en aquella ocasión negra.

28. Y llevaron a Jesús de Caifás al pretorio—pero sólo de día, “venida la mañana, entraron en consejo todos los principes de los sacerdotes, y los ancianos del pueblo, contra Jesús, para entregarle a muerte” (Mateo 27:1, y véase la nota acerca de Marco 15:1). El “pretorio”, el palacio del gobernador de la provincia romana. y ellos no entraron en el pretorio, por no ser contaminados—por el contacto con gentiles que eran considerados impuros. sino que comiesen la Pascua—Si esto se refiere a la parte principal de la fiesta, el comer el cordero, la cuestión es, cómo nuestro Señor y sus discípulos lo comieron la noche anterior; y si era una comida vespertina, cómo una contaminación ceremonial contraída en la mañana los inhabilitaría para participar de ella, pues después de las seis de la tarde (Lucas 18 horas) se contaba como día nuevo. Estos son asuntos que han ocasionado inmenso estudio y tratados eruditos. Pero como parece que las usanzas de los judíos variaban en diferentes tiempos, y nuestro conocimiento actualmente no es suficiente para aclarar todas las dificultades, éstas están entre las cuestiones no muy importantes que probablemente nunca serán resueltas completamente.

29-32. Entonces salió Pilato a ellos fuera, y dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre?—Presentad los cargos. Si éste no fuera malhechor, no te le habríamos entregado—Les constaba que no tenían causa de la cual Pilato debiera tener conocimiento. y por lo tanto insinuaron ellos que ya lo habían juzgado digno de muerte por su propia ley; mas no teniendo poder, bajo el gobierno romano, para llevar a ejecución la sentencia, habían venido meramente por su sanción.

32. Para que se cumpliese el dicho de Jesús, que había dicho, dando a entender de qué muerte había de morir—es decir, por crucifixión (cap. 12:32, 33; Mateo 20:19); que siendo un modo romano de ejecución, no podría llevarse a efecto sino por orden del gobernador. (El modo judío en tales casos era por apedreamiento).

33-38. Pilato … llamó a Jesús, y díjole: ¿Eres tú el Rey de los Judíos?—En Lucas 23:2, ellos acusan a nuestro Señor ante Pilato diciendo: “pervierte la nación, y que veda dar tributo a César, diciendo que él es el Cristo, el rey.” Tal vez esto fué lo que ocasionó la pregunta de Pilato.

34. Respondióle Jesús: ¿Dices tú esto de ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?—un asunto importante para la causa de nuestro Señor, para aclarar si la palabra “rey” fué usada en un sentido político, con lo cual Pilato tenía derecho de tratar, o si él fuese meramente instigado a ello por sus acusadores, quienes no tenían derechos de acusarlo sino los que fueron de naturaleza puramente religiosa, con los cuales Pilato no tenía nada que ver.

35. Pilato respondió: ¿Soy yo Judío? Tu gente, y los pontífices, te han entregado a mí: ¿qué has hecho?—En otras palabras: “Las cuestiones judías ni las entiendo, ni me meto en ellas; pero tú estás aquí bajo una acusación que, mientras que me parece judaica, sin embargo, podrá incluir asunto de traición. Así como ellos lo presentan, yo no puedo decidir el punto; dime entonces qué proceder tuyo te ha metido en esta situación”. En frase moderna, el objeto de Pilato en esta pregunta no fué sino el de determinar la aplicabilidad del cargo.

36. Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo—No dice: “Mi reino no es sobre este mundo”; sino “no es de este mundo”—es decir, en su origen y naturaleza; por lo tanto “no es un reino de tal naturaleza que dé ni a ti ni a tu señor el peligro más pequeño”. si de este mundo fuera mi reino, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los Judíos—“Un argumento muy convincente; porque si sus servidores no pelearan para evitar que su Rey fuese entregado a sus enemigos, mucho menos usarían la fuerza para establecer su reino”. [Webster y Wilkinson]. mi reino no es de aquí—Nuestro Señor sólo dice de dónde no es su reino, primero afirmándolo sencillamente, después dando prueba de ello, luego reafirmándolo. Esto fué todo lo que tenía que ver con Pilato. La naturaleza positiva de su reino no quería imponer a uno tan poco capaz de entenderla, ní oficialmente con derecho a informes al respecto. (Es digno de notarse que el “mi”, que se menciona cuatro veces en este versículo—tres veces de su reino y una vez de sus servidores—está puesto en forma enfática).

37. ¿Luego rey eres tú?—No había sarcasmo ni desdén en esta pregunta [como Tholuck, Alford, etc., dicen], porque si hubiese, la respuesta de nuestro Señor habría sido diferente. Poniendo el énfasis en “”, su pregunta revela una mezcla de sorpresa y de intranquilidad, en parte por la posibilidad de que, después de todo, pudiese haber algo peligroso bajo tal pretensión, y en parte por cierto temor reverente que le hizo el porte de nuestro Señor. Tú dices que yo soy rey—Así es pues. para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad—Su nacimiento expresa su humanidad; su venida al mundo, su existencia antes de asumir su humanidad: La verdad, pues, aquí afirmada, aunque Pilato entendería poco de ella, fué, que su encarnación se hizo expresamente para la asunción de la realeza en nuestra naturaleza. Pero, en vez de decir que vino para ser rey, lo que era su sentido, dice que vino para dar testimonio a la verdad. ¿Por qué esto? Porque, en tales circunstancias, hacía falta noble coraje para no vacilar en sus demandas reales; y nuestro Señor, consciente de que estaba demostrando aquel coraje, da a su confesión una forma que lo expresa. Es esto a lo que se refiere Pablo, en aquellas palabras notables dirigidas a Timoteo: “Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que testificó la buena profesión delante de Poncio Pilato”. (1 Timoteo 6:13). Este incidente en la vida de nuestro Señor, su testimonio valiente ante el gobernador, es elegido como un ejemplo animador de la fidelidad que Timoteo debía desplegar. Así como el Señor [dice hermosamente Olshausen] se reconoció el Hijo de Dios ante el concilio teocrático más alto, así confesó su dignidad real en presencia del representante de la autoridad política más elevada en la tierra. Todo aquél que es de la verdad, oye mi voz—Nuestro Señor aquí no sólo afirma que su palabra tenía en sí un poder que se manifiesta y se recomienda, sino que insinúa suavemente el verdadero secreto del crecimiento y la grandeza de su reino, como REINO DE LA VERDAD, en el sentido más alto, en el cual son atraídas como en su elemento propio, por una atracción celestial, todas las almas que han aprendido a vivir y contar todo por pérdida por amor a la verdad, cuyo Rey, Jesús, las atrae y los gobierna por su poder cautivante sobre sus corazones.

38. Dícele Pilato: ¿Qué cosa es verdad?—es decir: “Tú agitas la cuestión de cuestiones, que los pensadores de todas las edades han preguntado, pero que todavía nadie ha contestado”. Y como hubo dicho esto—Como si, al proponer tal cuestión se estuviera metiendo en indagaciones interminables e inoportunas, cuando este asunto reclamaba más bien acción rápida—salió otra vez a los Judíos—perdiendo para sí una noble oportunidad, y dando expresión a aquella convicción de la falta de toda certeza moral e intelectual, que era el sentimiento de toda mente seria en aquellos tiempos. “La única certeza”, dice Plinio el Mayor, “es que nada es cierto, ni más miserable que el hombre, ni más orgulloso. El relajamiento espantoso de la moral en aquella época sin duda tendría que atribuirse en grado mayor a este escepticismo. Sola la revelación de la verdad eterna fué capaz de inspirar vida nueva en la humanidad arruinada, y ésta en la comprensión de la redención completa”. [Olshausen]. y díceles—al alcance del oído de nuestro Señor, quien había sido sacado fuera—Yo no hallo en él ningún crimen—Esto exasperó tanto a “los sumos sacerdotes y ancianos”, que, temerosos de perder su presa. echaron una descarga de acusaciones contra él, como aparece en Lucas 23:4 : afirmando Pilato su inocencia, “ellos porfiaban diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí”. No ven ninguna esperanza de conseguir la sanción de Pilato, si no pueden imputarle cargo de conspiración contra el gobierno: y como Galilea era conocida por su turbulencia (Lucas 13:1; Hechos 5:37), como el ministerio de nuestro Señor se desarrollaba especialmente allí, ellos la introducen para dar color a su cargo. “Los príncipes de los sacerdotes le acusaban mucho” (Marco 15:3), “nada respondió. Pilato entonces le dice: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? Y no le respondió ni una palabra; de tal manera que el presidente se maravillaba mucho” (Mateo 27:12, Mateo 27:14). Véase la nota acerca de Marco 15:3. En su perplejidad, oyendo Pilato de Galilea, piensa en el recurso de enviarlo a Herodes, con la esperanza de librarse más de la responsabilidad en el caso. Véanse las notas acerca de Marco 15:6, y Lucas 23:6. El regreso del preso sólo ahondó la perplejidad de Pilato, quien “convocando los príncipes de los sacerdotes, los magistrados, y el pueblo”, les dice claramente que ni uno de sus cargos contra “este hombre” había sido probado, mientras que aun Herodes, a cuyo territorio naturalmente pertenecía, nada le había hecho: entonces dijo: “le soltaré, pues, castigado”. (Lucas 22:13).

39. Empero vosotros tenéis costumbre, que os suelte uno en la Pascua, etc.—Véanse las notas acerca de Marco 15:7. “Sobre la significación típica de la elección de Cristo para sufrir, por la cual fué libertado Barrabás, véase Levítico cap. 16, particularmente los vv. 5-10, donde el tema es la ofrenda por el pecado en el gran día de expiación”. [Krafft en Luthardt.]

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