Juan 3:1-36

1 Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un gobernante de los judíos.

2 Este vino a Jesús de noche y le dijo: — Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro porque nadie puede hacer estas señales que tú haces a menos que Dios esté con él.

3 Respondió Jesús y le dijo: — De cierto, de cierto te digo que, a menos que nazca de nuevo, uno no puede ver el reino de Dios.

4 Nicodemo le dijo: — ¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?

5 Respondió Jesús: — De cierto, de cierto te digo que, a menos que nazca de agua y del Espíritu, uno no puede entrar en el reino de Dios.

6 Lo que ha nacido de la carne, carne es; y lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es.

7 No te maravilles de que te dije: “Les es necesario nacer de nuevo”.

8 El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido pero no sabes ni de dónde viene ni a dónde va. Así es todo aquel que ha nacido del Espíritu.

9 Respondió Nicodemo y le dijo: — ¿Cómo puede suceder eso?

10 Respondió Jesús y le dijo: — Tú eres el maestro de Israel, ¿y no sabes esto?

11 De cierto, de cierto te digo que hablamos de lo que sabemos; y testificamos de lo que hemos visto. Pero ustedes no reciben nuestro testimonio.

12 Si les hablé de cosas terrenales y no creen, ¿cómo creerán si les hablo de las celestiales?

13 Nadie ha subido al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre.

14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado

15 para que todo aquel que cree en él tenga vida eterna.

16 »Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda mas tenga vida eterna.

17 Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que el mundo sea salvo por él.

18 El que cree en él no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

19 Y esta es la condenación: que la luz ha venido al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz porque sus obras eran malas.

20 Porque todo aquel que practica lo malo aborrece la luz y no viene a la luz para que sus obras no sean censuradas.

21 Pero el que hace la verdad viene a la luz para que sus obras sean manifiestas que son hechas en Dios.

22 Después de esto, Jesús fue con sus discípulos a la tierra de Judea; y pasó allí un tiempo con ellos y bautizaba.

23 Juan también estaba bautizando en Enón, junto a Salim, porque allí había mucha agua; y muchos venían y eran bautizados

24 ya que Juan todavía no había sido puesto en la cárcel.

25 Entonces surgió una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación.

26 Fueron a Juan y le dijeron: — Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú has dado testimonio, ¡he aquí él está bautizando, y todos van a él!

27 Respondió Juan y dijo: — Ningún hombre puede recibir nada a menos que le haya sido dado del cielo.

28 Ustedes mismos son testigos de que dije: “Yo no soy el Cristo sino que he sido enviado delante de él”.

29 El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, que ha estado de pie y lo escucha, se alegra mucho a causa de la voz del novio. Así, pues, este mi gozo ha sido cumplido.

30 A él le es preciso crecer, pero a mí menguar.

31 El que viene de arriba está por encima de todos. El que procede de la tierra es terrenal y su habla procede de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos.

32 Testifica de lo que ha visto y oído, y nadie recibe su testimonio.

33 El que recibe su testimonio atestigua que Dios es veraz.

34 Porque el que Dios envió habla las palabras de Dios pues Dios no da el Espíritu por medida.

35 El Padre ama al Hijo y ha puesto todas las cosas en su mano.

36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no verá la vida sino que la ira de Dios permanece sobre él.

LA ENTREVISTA NOCTURNA DE NICODEMO CON JESUS.

1, 2. Nicodemo—En este miembro del Sanedrín se ven luchando juntas la sinceridad y la timidez. Uno de aquellos “creyentes” superficiales mencionados en el cap. 2:23, 24, mas anhelando interiormente más satisfacción, viene a Jesús en busca de ella, pero viene “de noche” (véanse los caps. 19:38, 39; 12:42); confiesa su convicción de que Jesús era “venido de Dios”, expresión nunca referida a un mensajero meramente humano, y que probablemente quiere decir más aquí, mas sólo como “maestro”, y en sus milagros él ve pruebas solamente de que “Dios está con él”. Así, mientras que no puede reprimir sus convicciones, tiene temor de comprometerse demasiado.

3. el que no naciere, etc.—Esta contestación descortés y lacónica tenía como propósito sacudir todo el edificio de la religión del hombre, para poder colocar un cimiento más profundo y más duradero. Nicodemo probablemente creyó haber ido un largo trecho, y esperaba, tal vez, ser felicitado por su franqueza. Pero en lugar de esto, se le dice virtualmente que ha suscitado una cuestión que no está capacitado para resolver él, y que antes de acercarse a ella, su visión espiritual necesitaba ser corregida mediante una revolución completa de su hombre interior. Si el hombre hubiera sido menos sincero, esta contestación seguramente lo habría alejado del Señor; pero con personas en su estado mixto de mente, al cual Jesús no era extraño (cap. 2:25), tales métodos aceleran el paso más que las palabras melosas y los ataques graduales. el que—no un judío solamente; la necesidad es universal. naciere otra vez—o, como si fuera, empezar la vida de nuevo en relación con Dios; sufriendo una revolución fundamental y permanente su manera de pensar, de sentir y de obrar, con referencia a cosas espirituales. no puede ver—no puede tener parte en (así como se dice “ver la vida”, “ver la muerte”, etc.) el reino de Dios—ni en sus principios aquí (Lucas 16:16) ni en su consumación en la eternidad (Mateo 25:34; Efesios 5:5).

4. ¿Cómo puede, etc.—La figura del nuevo nacimiento, si se aplicara sólo a los prosélitos gentiles a la religión judía, habría sido bastante inteligible a Nicodemo, estando de acuerdo con el lenguaje de aquel día; pero que los judíos mismos necesitasen un nuevo nacimiento, le era incomprensible.

5. de agua y del Espíritu—Una explicación doble del “nuevo nacimiento”, tan sorprendente a Nicodemo. A un eclesiástico judío, tan familiar con la aplicación simbólica del agua, en toda variedad de manera y forma de expresión, este lenguaje era adaptado para mostrar que la cosa propuesta no era sino una completa purificación espiritual mediante la operación del Espíritu Santo. En efecto, el elemento de agua y la operación del Espíritu son unidos en una gloriosa predicción evangélica de Ezequiel (Efesios 36:25), de la cual Nicodemo se habría acordado, si tales espiritualidades no se hubiesen casi perdido en el formalismo reinante. Ya se había incorporado el símbolo del agua en la ordenanza iniciatoria, en el bautismo de los judíos que esperaban el Mesías, por Juan el Bautista, para no mencionar el bautismo de los prosélitos gentiles aun antes; y en la iglesia cristiana pronto había de ser la gran puerta visible de entrada al “reino de Dios”, siendo la realidad la sola obra del Espíritu Santo. (Tito 3:5).

6-8. Lo que es nacido, etc.—Una proposición universal: “Lo que es engendrado, lleva en sí la naturaleza de lo que lo engendró.” [Olshausen.] carne—No el mero cuerpo material, sino todo lo que entra al mundo por el nacimiento, el hombre entero; sin embargo, no la humanidad simplemente, sino en su condición corrompida y depravada, en completa sujeción a la ley de la caída (Romanos 8:1). De modo que, si el “hombre pudiera entrar otra vez en la matriz de su madre, y nacer”, no estaría más cerca del “nuevo nacimiento” que antes (Job 14:4; Salmo 51:5). espíritu esParticipa de y posee su naturaleza espiritual. No te maravilles, etc.—Si una naturaleza espiritual sola puede ver y entrar al reino de Dios; si todo lo que traemos al mundo con nosotros, es contrario al mundo espiritual; y si esta espiritualidad es solamente de parte del Espíritu Santo, no es maravilla que sea indispensable el nuevo nacimiento. Os es necesario nacer—“Os, dice Jesús, no nos”. [Bengel.] Después de aquellas proposiciones universales, acerca de lo que “un hombre” tiene que ser, para “entrar al reino de Dios”, esto es notable, mostrando que el Señor pensaba mantenerse como “separado de los pecadores”. El viento, etc.—Hálito, o viento, y espíritu (una sola palabra tanto en el hebreo como en el griego) son constantemente presentados juntos en las Escrituras como análogos (Job 27:3; Job 33:4; Ezequiel 37:9). ni sabes de dónde, etc.—Las leyes que gobiernan a los vientos no son aun ahora sino parcialmente conocidas; mas las subidas, caídas y cambios de dirección muchas veces en el día, de aquellas brisas suaves aquí referidas, probablemente serán para nosotros un misterio para siempre: Así de la operación del Espíritu Santo en el nuevo nacimiento.

9, 10. ¿Cómo puede, etc.—Aunque el asunto todavía le confunde la necesidad y la posibilidad del nuevo nacimiento no es más el punto con él, sino la naturaleza de él y cómo se efectuaría. [Luthardt.] “Desde este momento Nicodemo no dice nada más, pero se ha bajado al lugar de discípulo que ha hallado su verdadero maestro. Por lo tanto, el Salvador amablemente avanza en sus comunicaciones de la verdad, y una vez más solemnemente trae a la mente de este maestro de Israel, ahora hecho un aprendedor, su propia ignorancia, no sin culpa, para poder entonces proceder a pronunciar, de la plenitud de su conocimiento divino, tales testimonios tanto de cosas terrenales como celestiales como su discípulo pueda recibir para su provecho.” [Stier]. maestro—La cuestión aquí claramente da a entender que la doctrina de la regeneración es descubierta en el Antiguo Testamento hasta tal punto que Nicodemo era culpable de ignorarla. No es meramente como algo que sería experimentado bajo el evangelio que el Antiguo Testamento la enseñe; así como muchos críticos distinguidos afirman, negando que hubiese tal cosa como la regeneración antes de Cristo. Porque la proposición de nuestro Señor es universal, que ningún hombre caído es o puede ser espiritual sin una operación regeneradora del Espíritu Santo, y la obediencia espiritual bajo cualquier nombre, en contraste con servicios meramente mecánicos, es proclamada por todo el Antiguo Testamento.

11-13. lo que sabemos hablamos … lo que hemos visto,—es decir, por conocimiento absoluto y visión inmediata de Dios, que “el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre”, proclama como exclusivamente suyos, cap. 1:18. Aquí se usa el “nosotros” y “nuestro”, aunque se refiere sólo a Cristo mismo, en contraste enfático tal vez con las palabras iniciales de Nicodemo: “Rabbí, nosotros sabemos”, etc.—no recibís nuestro testimonio—refiriéndose a la clase a la cual pertenecía Nicodemo, mas de la cual en espíritu él estaba empezando a separarse. cosas terrenas—tales como la regeneración, la puerta de entrada al reino de Dios en la tierra, y la cual Nicodemo debería haber entendido mejor, como una verdad aun de aquella economía más terrenal a la cual él pertenecía. las celestiales?—Las cosas de la economía evangélica nueva y más celestial, la cual sería entendida plenamente después de la efusión del Espíritu Santo por medio del Salvador ensalzado. nadie subió al cielo, etc.—Hay algo paradójico en este lenguaje: “Nadie fué arriba sino el que vino abajo; aun el que está al mismo tiempo arriba y abajo.” Sin duda, fué propuesto para asombrar y constreñir a su oyente a pensar que tenía que haber elementos misteriosos en la persona de Cristo. Los viejos socinianos, para pervertir la doctrina de la preexistencia de Cristo, se apoderaron de este pasaje, como si enseñara que el hombre Jesús fué secretamente arrebatado al cielo para recibir sus enseñanzas, y entonces “descendió del cielo” para entregarlas. Pero el sentido evidentemente es éste: “El perfecto conocimiento de Dios no se consigue, subiendo el hombre desde la tierra al cielo para recibirlo, pues ningún hombre ha ascendido así, sino aquel cuya habitación propia, en su naturaleza esencial y eterna, es el cielo, tomando carne humana, ha descendido como el ‘Hijo del hombre’ para hacer conocer al Padre, a quien él conoce por mirada íntima lo mismo en la carne como antes que la asumiera, siendo esencial e inmutablemente ‘en el seno del Padre’ ” (cap. 1:18).

14-16. Como Moisés levantó la serpiente, etc.—Aquí ahora tenemos las “cosas celestiales”, como antes las “terrenas”, mas bajo un velo, por la razón mencionada en el v. 12. La crucifixión del Mesías es velada dos veces después bajo el mismo término vivo: “levantamiento”, cap. 8:28; 12:32, 33. Aquí está velada todavía más, aunque a nosotros que sabemos lo que quiere decir, es hecha mucho más instructiva, por la referencia a la serpiente de bronce. El veneno de las serpientes ardientes, corriendo por las venas de los israelitas rebeldes, estaba extendiendo la muerte por el campamento, emblema vivo de la condición perecedera de los hombres a causa del pecado. En ambos casos el remedio fué provisto divinamente, la manera de curación asombrosamente se parecía a la de la enfermedad. Mordidos por serpientes, por serpiente son sanados. Mordidos por “serpientes ardientes”, serpientes probablemente, de cuero con pintas coloradas (Kurtz), el instrumento de curación es una serpiente de bronce o cobre, que tenía a la distancia la misma apariencia. Así en la redención, como por el hombre vino la muerte, por el Hombre también viene la vida: Hombre también “en semejanza de carne de pecado”, no diferenciándose en nada externo y aparente de aquellos que, llenos del veneno de la serpiente, estaban por perecer. Pero así como la serpiente levantada no tenía nada del veneno del cual la gente que era mordida por serpientes estaba muriendo, así mientras toda la familia humana estaba pereciendo por la mortal herida inflingida por la vieja serpiente, “el Segundo Hombre”, que subió por encima de la humanidad con “salud en sus alas”, era sin mancha ni arruga, o cosa semejante. En ambos casos el remedio es exhibido visiblemente; en el un caso sobre un palo alto, en el otro sobre la cruz, para “atraer a sí todos los hombres” (cap. 12:32). En ambos casos se efectúa la curación dirigiéndose el ojo al Remedio levantado; en el un caso el ojo corporal, en el otro la mirada del alma que “cree en él”, como en aquella proclamación antigua: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra”, etc. (Isaías 45:22). Los dos métodos son tropiezos a la razón humana. ¿Qué podría ser más improbable a un israelita pensador que el que el veneno mortífero saliese de su cuerpo simplemente mediante una mirada a un reptil de bronce? Semejante tropiezo (o, “escándalo”) a los judíos y a los griegos locura era la fe en el Nazareno crucificado como un modo de liberación de la perdición eterna. Sin embargo, en ambos casos es igualmente racional y bien fundada la autoridad para esperar una curación. Así como la serpiente de bronce fué la ordenanza de Dios para la curación de todo israelita que era mordido por la serpiente, así lo es Cristo para la salvación de cada pecador; sin embargo la una era ordenanza puramente arbitraria, la otra divinamente adaptada a las complicadas dolencias del hombre. En ambos casos es igual la eficacia. Así como una simple mirada a la serpiente, por distante y débil que fuera, traía la curación instantánea, así una fe real en el Señor Jesús, por más trémula, por más distante que sea, siempre que sea real la fe, trae sanidad segura e instantánea al alma que está por perecer. De la misma manera, son iguales los resultados de la desobediencia en ambos casos. Sin duda, muchos de los israelitas que fueron mordidos, aun cuando su caso era doloroso, se pusieron a razonar antes que obedecer, y a reflexionar sobre lo absurdo que era esperar que la mordedura de una serpiente viva fuese sanada con sólo mirar un pedazo de metal en forma de serpiente, y reflexionarlo hasta morir. ¡Ay! ¿no es sometida al mismo tratamiento la salvación por un Redentor crucificado? ¿Ha sido quitada “la ofensa de la cruz”? (Cf. 2 Reyes 5:12).

16. Porque de tal manera, etc.—¿Qué proclamación del evangelio ha estado tan frecuentemente en los labios de misioneros y predicadores en cada siglo desde que fué pronunciada la primera vez? ¿qué ha hecho causar a millones de personas sensaciones tan estimulantes? ¿qué ha sido tan honrado en traer tales multitudes a los pies de Cristo? ¿qué para encender en los pechos fríos y egoístas de los mortales los fuegos de amor altruísta para con la humanidad, como estas palabras de sencillez trasparente, mas de majestad abrumadora? El cuadro comprende varias divisiones distintas: “EL MUNDO”, en su sentido más amplio, listo a “perecer”; el inmenso “AMOR DE DIOS” para aquel mundo que perece, mensurable y concebible sólo por el don que este amor trajo de él; EL DON mismo: “El de tal manera amó al mundo, que dió a su Hijo unigénito”, o, en el lenguaje de Pablo: “aun a su propio Hijo no perdonó” (Romanos 8:32), o en aquel dirigido a Abrahán cuando estaba por ofrecer a Isaac sobre el altar: “no me has rehusado tu hijo, tu único” (Génesis 22:16); el FRUTO de este don tremendo, no sólo la liberación de la “perdición” pendiente. sino la dádiva de la vida eterna; y el MODO por el cual todo se efectúa, “creyendo” en su Hijo. ¡Cómo se haría invisible el judaísmo estrecho de Nicodemo en la llamada de este Sol de justicia visto subiendo sobre “el mundo” con sanidad en sus alas!

17-21. no … para que condene, etc.—Una afirmación de inmensa importancia. Aunque la “condenación” es para muchos el resultado de la misión de Cristo en el mundo (v. 19), ésta no es el objeto de su misión, la cual es puramente la de salvar.

18. no es condenado—Habiendo “pasado de muerte a vida” (Cap. 5:24) inmediatamente al creer. ya es condenado—Rechazando el único medio de liberación de aquella “condenación” que Dios dió a su Hijo para quitar, y así quedando voluntariamente condenado.

19. esta es la condenación, etc.—Enfáticamente así, revelando la condenación ya existente, y sellando bajo ella a los que no quieren ser librados de ella. la luz vino al mundo—en la persona de aquel a quien escuchaba Nicodemo. amaron más las tinieblas—Esto puede conocerse solamente por rechazar deliberadamente a Cristo, por eso, sí, lo revela de manera espantosa. redargüidas—por ser descubiertas por la luz.

21. el que obra verdad—cuyo único objeto en la vida es el de ser y hacer lo que soportará la luz. Por esto él ama la luz y “viene a la luz”, para que todo lo que él es y hace, siendo completamente probado por la luz, se pueda ver que no tiene nada en sí sino lo que es divinamente obrado y divinamente aprobado. Este es “el israelita, de veras, en quien no hay engaño”.

22-36. JESUS, CERCA DE DONDE ESTABA EL BAUTISTA—EL NOBLE TESTIMONIO DE ESTE A SU SEÑOR.

22-24. tierra de Judea—Las partes rurales de aquella provincia, habiéndose realizado la conversación anterior en la capital. bautizaba—en el sentido explicado en el cap. 4:2. Enón junto a Salim—al oeste del Jordán. (Cf. v. 26 con el cap. 1:28). Juan no había sido aún puesto en la cárcel—Por esto es claro que el ministerio de nuestro Señor no comenzó con la encarcelación de Juan, aunque, si no fuera por esto, habríamos sacado esta conclusión de Mateo 4:12, etc. y el dicho expreso de Marcos (Mateo 1:14).

25, 26. entre los discípulos de Juan—más bien, “de parte de” algunos de los discípulos. y los Judíos—más bien, según los mejores manuscritos, “con un judío”. acerca de la purificación—acerca del bautismo, puesto el significado simbólico del lavamiento con agua (como dice el capítulo 2:6) en vez del acto mismo. Como Juan y Jesús eran los únicos maestros que bautizaban a judíos, fácilmente se podrían suscitar discusiones entre los discípulos de Juan y aquellos judíos que se negaban a someterse al rito. Rabbí, etc.—“Maestro, este hombre nos dice que aquel de quien tú diste testimonio tan generoso: allende el Jordán, está repagando tu generosidad llevándose toda la gente. De este modo, pronto no tendrás tú discípulo ninguno.” La respuesta a esto es una de las expresiones más nobles y más afectantes que jamás salieron de los labios humanos.

27-30. No puede el hombre, etc.—“Yo hago mi obra prescripta por Dios, y esto me basta. ¿Quisierais que yo subiese al lugar de mi Señor? ¿No os dije, Yo no soy el Cristo? La Esposa no es mía, ¿por qué se quedaría conmigo el pueblo? Mío es dirigir a los cargados al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, decirles que hay bálsamo en Galaad, yun Médico allí y ¿a mí me disgustará verlos, en obediencia al llamamiento, volando como nubes, y como palomas a sus ventanas? ¿De quién es la novia sino del Esposo? A mí me basta ser amigo del Novio, enviado por él a tratar el enlace, privilegiado en unir al Salvador y a los que vino él a buscar y salvar, y gozándome con gozo indecible, si puedo “estar y oír la voz del Novio”, haciendo de testigo a los benditos esponsales. ¿Decís, pues, que me están dejando para ir a él? Me traéis nuevas de gran gozo. El tiene que crecer, mas yo menguar; éste, mi gozo, pues se cumple.” No puede el hombre recibir, etc.—“no puede asumir nada”, es decir, legalmente y con éxito; que quiere decir: “Cada hombre le tiene señaladas por Dios su obra y su esfera. Aun Cristo mismo vino bajo esta ley (Hebreos 5:4).

31-34. El que de arriba viene, etc.—Aquí está la causa por qué él tiene que crecer, mientras que todos los maestros humanos tienen que menguar. El Maestro “viene de arriba”, descendiendo de su propio elemento, la región de “cosas celestiales”, que vino a revelar, y así, aunque se mezcla con los hombres y las cosas sobre la tierra, no es “de la tierra” ni en Persona ni en palabra. Los siervos, por lo contrario, naciendo de la tierra, son de la tierra, y su testimonio, aunque divino en autoridad, participa necesariamente de su terrenidad. (Tan fuertemente sentía el Bautista este contraste que la última cláusula no hace más que repetir la primera.) Es imposible que se trazara una línea más clara de separación entre Cristo y todos los maestros humanos, aun cuando éstos son divinamente comisionados y hablan por el poder del Espíritu Santo. Y ¿quién no lo percibe? Las palabras de profetas y apóstoles son verdad innegable y preciosísima; pero en las palabras de Cristo oímos una voz de la excelente gloria, el Verbo eterno mismo haciéndose oír en nuestra propia carne. lo que vió y oyó—(Véanse las notas acerca del v. 11 y del cap. 1:18). nadie recibe su testimonio—Los discípulos de Juan habían dicho: “Todos vienen a él” (v. 26). El Bautista aquí virtualmente dice: “Ojalá que fuese así, pero ¡ay! son casi nadie.” [Bengel.] Ellos están mucho más dispuestos a recibirlo a él (al Bautista), y lo obligaron a decir: “Yo no soy el Cristo”, y parece que le dolía esto. éste signó, etc.—puso su sello; da gloria a Dios cuyas palabras habla Cristo, no como profetas y apóstoles por una comunicación parcial del Espíritu a ellos. no da Dios el Espíritu por medida—Aquí nuevamente se traza la línea de distinción lo más clara entre Cristo y todos los maestros humanos inspirados: “Estos tienen al Espíritu en grado limitado; mas Dios no (le) da el Espíritu por medida.” Esto significa la entera plenitud de la vida y el poder divinos. El tiempo presente, “da”, muy aptamente señala la comunicación permanente del Espíritu por el Padre al Hijo, de modo que se entiende un flujo y reflujo constante de poder vivo. (Cf. cap. 1:51). [Olshausen.]

35, 36. El Padre ama al Hijo, etc.—Véase la nota acerca de Mateo 11:27, donde tenemos “la entrega de todas las cosas al Hijo”, mientras que aquí tenemos el profundo manantial de aquel acto augusto en el amor inefable del Padre para el Hijo. tiene vida eterna—la tiene ya. Véanse las notas acerca del v. 18 y del cap. 5:24. no verá la vida.—El contraste aquí es sorprendente: El uno tiene ya una vida que perdurará para siempre; el otro no sólo no la tiene ahora, sino que nunca la tendrá, nunca la verá. está sobre él—“permanece sobre él”. Estaba sobre él antes, y como no ha sido quitada de la única manera posible, por “creer en el Hijo”, necesariamente permanece sobre él. N. B.—¡Cuán de plano contradice esto la enseñanza de muchos en nuestros días, de que no había ni hay nada en Dios contra los pecadores que necesitara ser quitado por Cristo, sino sólo en los hombres contra Dios!

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