Juan 4:1-54

1 Cuando Jesús se enteró de que los fariseos habían oído que Jesús hacía y bautizaba más discípulos que Juan

2 (aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos),

3 dejó Judea y se fue otra vez a Galilea.

4 Le era necesario pasar por Samaria

5 así que llegó a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca del campo que Jacob había dado a su hijo José.

6 Estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era como el mediodía.

7 Vino una mujer de Samaria para sacar agua, y Jesús le dijo: — Dame de beber.

8 Pues los discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer.

9 Entonces la mujer samaritana le dijo: — ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, siendo yo una mujer samaritana? — porque los judíos no se tratan con los samaritanos —.

10 Respondió Jesús y le dijo: — Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le hubieras pedido a él y él te habría dado agua viva.

11 La mujer le dijo: — Señor, no tienes con qué sacar y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?

12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob quien nos dio este pozo y quien bebió de él, y también sus hijos y su ganado?

13 Respondió Jesús y le dijo: — Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed.

14 Pero cualquiera que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.

15 La mujer le dijo: — Señor, dame esta agua para que no tenga sed ni venga más acá a sacarla.

16 Jesús le dijo: — Ve, llama a tu marido y ven acá.

17 Respondió la mujer y le dijo: — No tengo marido. Le dijo Jesús: — Bien has dicho: “No tengo marido”

18 porque cinco maridos has tenido, y el que tienes ahora no es tu marido. Esto has dicho con verdad.

19 Le dijo la mujer: — Señor, veo que tú eres profeta.

20 Nuestros padres adoraron en este monte, y ustedes dicen que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar.

21 Jesús le dijo: — Créeme, mujer, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre.

22 Ustedes adoran lo que no saben; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación procede de los judíos.

23 Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca a tales que lo adoren.

24 Dios es espíritu; y es necesario que los que le adoran, lo adoren en espíritu y en verdad.

25 Le dijo la mujer: — Sé que viene el Mesías — que es llamado el Cristo — . Cuando él venga, nos declarará todas las cosas.

26 Jesús le dijo: — Yo soy, el que habla contigo.

27 En este momento llegaron sus discípulos y se asombraban de que hablara con una mujer; no obstante, ninguno dijo: “¿Qué buscas?” o “¿Qué hablas con ella?”.

28 Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue a la ciudad y dijo a los hombres:

29 — ¡Vengan! Vean a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿Será posible que este sea el Cristo?

30 Entonces salieron de la ciudad y fueron hacia él.

31 Mientras tanto, los discípulos le rogaban diciendo: — Rabí, come.

32 Pero les dijo: — Yo tengo una comida para comer que ustedes no saben.

33 Entonces sus discípulos se decían el uno al otro: — ¿Acaso alguien le habrá traído algo de comer?

34 Jesús les dijo: — Mi comida es que yo haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra.

35 ¿No dicen ustedes: “Todavía faltan cuatro meses para que llegue la siega”? He aquí les digo: ¡Alcen sus ojos y miren los campos que ya están blancos para la siega!

36 El que siega recibe salario y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra y el que siega se gocen juntos.

37 Porque en esto es verdadero el dicho: “Uno es el que siembra y otro es el que siega”.

38 Yo los he enviado a segar lo que ustedes no han labrado. Otros han labrado, y ustedes han entrado en sus labores.

39 Muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él a causa de la palabra de la mujer que daba testimonio diciendo: “Me dijo todo lo que he hecho”.

40 Entonces, cuando los samaritanos vinieron a él rogándole que se quedara con ellos, se quedó allí dos días.

41 Y muchos más creyeron a causa de su palabra.

42 Ellos decían a la mujer: — Ya no creemos a causa de la palabra tuya, porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo.

43 Pasados los dos días salió de allí para Galilea

44 porque Jesús mismo dio testimonio de que un profeta no tiene honra en su propia tierra.

45 Luego, cuando entró en Galilea, los galileos lo recibieron ya que habían visto cuántas cosas había hecho en Jerusalén en la fiesta; porque ellos también habían ido a la fiesta.

46 Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea donde había convertido el agua en vino. Había un oficial del rey cuyo hijo estaba enfermo en Capernaúm.

47 Cuando este oyó que Jesús había salido de Judea y estaba presente en Galilea, fue a él y le rogaba que descendiera y sanara a su hijo porque estaba a punto de morir.

48 Entonces Jesús le dijo: — A menos que vean señales y prodigios, jamás creerán.

49 El oficial del rey le dijo: — Señor, desciende antes que muera mi hijo.

50 Jesús le dijo: — Ve, tu hijo vive. El hombre creyó la palabra que Jesús le dijo y se puso en camino.

51 Mientras todavía descendía, sus siervos salieron a recibirlo diciendo que su hijo vivía.

52 Entonces él les preguntó la hora en que comenzó a mejorarse, y le dijeron: — Ayer a la una de la tarde le dejó la fiebre.

53 El padre entonces entendió que era aquella hora cuando Jesús le había dicho: “Tu hijo vive”. Y creyó él con toda su casa.

54 También hizo Jesús esta segunda señal cuando vino de Judea a Galilea.

CRISTO Y LA MUJER DE SAMARIA—LOS SAMARITANOS DE SICAR.

1-4. como Jesús (el texto correcto: “el Señor”) entendió—no por informe, sino en el sentido del cap. 2:25, razón por la cual es llamado: “el Señor”. (No “Jesús” como en nuestra versión española. Nota del Trad.)

2. (Aunque Jesús no bautizaba—siendo Juan siervo, bautizaba con sus propias manos; Cristo el Señor, “bautizando por el Espíritu Santo”, administraba el símbolo externo sólo por medio de sus discípulos.

3. Dejó a Judea—para evitar persecución, que en aquella etapa temprana habría dañado su obra. fuése otra vez a Galilea—para aquel entonces Juan había sido echado en la cárcel (Marco 1:14).

4. era menester que pasase por Samaria—por algún motivo geográfico, sin duda, como estaba en camino directo pero seguramente no sin propósito superior.

5. Vino, pues, a—hasta; porque el quedaba a cierta distancia de la ciudad. Sichar—el “Shequem” del Antiguo Testamento, como treinta y cuatro millas (57 kilómetros) de Jerusalén, más tarde llamada “Neápolis” y ahora “Nablús”.

6-8. Jesús cansado … así se sentó—“como se imaginaría que se sentara un hombre cansado”; un caso del estilo gráfico de Juan. [Webster y Wilkinson.] En efecto, éste es tal vez la más humana de todas las escenas de la historia terrenal de nuestro Señor. Parece que estamos a su lado, escuchando todo lo que aquí está relatado. Tampoco podría alguna pintura de la escena, por perfecta que fuera, hacer más que rebajar la concepción que este exquisito relato transmite al lector devoto e inteligente. Pero con todo lo que es humano, cuánto también de lo divino tenemos aquí, ambos unidos en una manifestación gloriosa de la majestad, gracia, misericordia y paciencia con que el Señor comunica luz y vida a esta extranjera que prometía tan poca esperanza de mejorarse, allí a medio camino entre judíos y paganos. hora de sextamediodía, contando desde las seis de la mañana. Por Cantar de los Cantares,Marco 1:7, sabemos, como también por otras fuentes, que aun los rebaños “descansaban al mediodía”. Pero Jesús, cuyo lema era: “Conviéneme obrar las obras del que me envió, entre tanto que el día dura” (cap. 9:4), parece haberse negado aquel reposo, por lo menos en esta ocasión, probablemente para poder llegar a este pozo cuando él sabía que estaría allí la mujer. Pero una vez que hubo llegado allí, acepta el grato asiento sobre la piedra patriarcal. Pero ¡qué música es esa que oigo salir de sus labios: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar”! (Mateo 11:28).

7. Dame de beber—porque el calor de mediodía había secado sus labios. Pero “en el postrer día grande de la fiesta, Jesús se ponía en pie y clamaba: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (cap. 7:37).

9-12. ¿Cómo tú, siendo Judío—no del todo negándose, sino maravillada de que un judío le pidiera algo, ya que por la ropa y el dialecto inmediatamente la samaritana se daría cuenta de que se trataba de un judío. Porque los Judíos no se tratan—Es esta antipatía nacional lo que da motivo a la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:30, etc.) y a la gratitud del samaritano leproso (Lucas 17:16, Lucas 17:18).

10. Si conocieses el don, etc.—quiere decir: “En mí sólo ves a uno que te pide; pero si tú supieses quién es este suplicante, y el Don que Dios está dando a los hombres, tú habrías cambiado lugares con él, alegremente pidiéndole a él el agua viva; y no habrías pedido en vano” (suavemente reprendiéndola por no haber accedido a la petición de él).

12. ¿Eres tú mayor, etc.—percibiendo ya en este extraño una pretensión a alguna grandeza misteriosa. nuestro padre Jacob—porque cuando les iba bien a los judíos, los samaritanos reconocían parentezco con los judíos, pero cuando les caían desgracias, desconocían toda conexión con ellos. [Josefo, Antigüedades, 9:14, 3.]

13, 14. volverá a tener sed … para siempre no tendrá sed, etc.—El contraste aquí es fundamental y que comprende todo. “Esta agua” claramente quiere decir esta agua natural y todas las satisfacciones de naturaleza igualmente terrenas y perecederas, y que alcanzando solamente las partes superficiales de nuestro ser, pronto se disipan, y necesitan ser suplidas de nuevo tanto como si nunca las hubiéramos experimentado antes, mientras que las necesidades más profundas no son alcanzadas por ellas de ninguna manera; pero el “agua” que Cristo da, la vida espiritual, mana de las mismas profundidades de nuestro ser, haciendo del alma no un aljibe, que contenga el agua vertida en él desde fuera, sino una fuente (la palabra habría sido mejor traducida así, para distinguirla de “pozo”, v. 11), que salta, brota, burbujea y fluye desde dentro de nosotros, siempre fresca, siempre viva. La presencia del Espíritu Santo dentro del creyente, como el Espíritu de Cristo, es el secreto de esta vida con sus energías constantes y satisfacciones, como se dice expresamente (cap. 7:37-39). “Para siempre no tendrá sed”, entonces, quiere decir sencillamente que tales almas tienen las provisiones en sí. para vida eterna—llevando los pensamientos arriba desde la frescura y vitalidad eternas de estas aguas hasta el gran océano en el cual tienen su gran confluencia. “¡Que llegue yo allá!” [Bengel].

15-18. dame esta agua, etc.—Esta no es torpeza de parte de la mujer, pues su torpeza está cediendo; expresa un deseo admirado por algo de parte de este extranjero misterioso, por algo y casi no sabe qué. llama a tu marido—ahora yendo adelante para despertar su conciencia adormecida por dejar al descubierto la vida pecaminosa que ella llevaba y por los detalles minuciosos que aquella vida presentaba, no sólo trayendo su pecado vivamente delante de ella, sino preparándola para recibir en su carácter verdadero a aquel extranjero maravilloso, para quien toda la vida de ella, en sus detalles más pequeños, evidentemente quedaba abierta.

19, 20. Señor, paréceme que tú eres profeta, etc.—¿Viendo su vida toda revelada, ella no se abate y pregunta qué esperanzas podría haber para persona tan culpable? No; sus convicciones no han llegado todavia a este punto. Hábilmente cambia el tema de una cuestión personal a una pública. No es “¡qué vida más mala estoy llevando!” sino, “¡qué profeta más maravilloso con quien he trabado conversación! El podrá resolver aquella disputa interminable entre nosotros y los judíos. Señor, tú tendrás que saberlo todo en tales asuntos: nuestros padres mantienen que esta montaña,” señalando a Gerizim en Samaria, “como el lugar de culto divinamente consagrado, pero vosotros los judíos decís que Jerusalem es el lugar propio: ¿quién tiene razón?” ¡Cuán despacio somete el corazón humano a una humillación completa! (compárese el hijo pródigo; véase la nota acerca de Lucas 15:15). Sin duda nuestro Señor comprendió la treta; mas él dice: “Esta cuestión no es el asunto de ahora, sino ¿has estado viviendo de la manera descrita? ¿Sí o No? Mientras no aclaremos esto, no puedo meterme en controversias teológicas.” El Príncipe de los predicadores usa otro método: accede a la pobre mujer, dejando que ella elija su camino, permitiendo que ella guíe, mientras él sigue; mas sólo así para lograr su propósito. Responde a sus preguntas; derrama luz en su mente sobre la espiritualidad de todo culto verdadero, como la del glorioso Objeto del culto, y así la trae insensiblemente hasta el punto donde él podría revelar a su mente asombrada, quién era la persona con quien ella venía hablando siempre.

21-24. Mujer, créeme, etc.—Aquí están tres piezas importantes de información: (1) “El punto suscitado pronto dejará de ser de importancia, porque un cambio total de dispensación está por efectuarse”. (2) “Los samaritanos están equivocados, no sólo en cuanto al lugar, sino en toda la base y la naturaleza de su culto, mientras que en todos estos aspectos la verdad está con los judíos”. (3) “Como Dios es Espiritu, así él invita y también exige una adoración espiritual, y todo ya está en preparación para una economia espiritual, más en armonía con la verdadera naturaleza del servicio aceptable que el culto ceremonial por personas, lugares y tiempos consagrados, que Dios por un tiempo ha visto bien en conservar, hasta que llegara la plenitud del tiempo.” ni en este monte, ni en Jerusalem—es decir, exclusivamente. (Malaquías 1:11; 1 Timoteo 2:8). adoraréis al Padre—Ella había hablado simplemente de “adoración”; nuestro Señor presenta delante de ella el gran Objeto de toda adoración aceptable: “EL PADRE”.

22. Vosotros adoráis lo que no sabéis—sin autoridad revelada alguna, y muchisimo a oscuras. En este sentido, los judíos sabían lo que hacían. Pero lo más glorioso aquí es el motivo indicado: “Porque la salud viene de los judíos”, intimándole que la salvación no era algo que pudiera ser alcanzado por cualquiera que lo deseara de parte de un Dios de misericordia, sino algo que tenía que ser revelado, preparado, y depositado en un pueblo particular, y tiene que ser buscado en conexión con, y saliente de ellos; y aquel pueblo eran los judíos.

23. la hora viene, y ahora es—evidentemente queriendo que ella entendiera que esta nueva disposición estaba verificándose en algún sentido mientras él le hablaba, un sentido que en pocos minutos aparecería tan claro, cuando él le dijo que era el Cristo.

25, 26. Sé que el Mesías ha de venir … cuando él viniere, etc.—Si entendemos la revelación inmediata de sí por nuestro Señor, en respuesta a lo dicho por la mujer, como la clave propia a su sentido al oído de él, difícilmente podemos dudar de que ella estaba ya casi preparada para este anuncio asombroso, el que en efecto ella parece (por el v. 29) haber empezado a sospechar por el hecho de que él la reveló a sí mismo). Así rápidamente, bajo Maestro tan incomparable, ella fué levantada de su condición baja a un estado de mente y de corazón capaz de recibir las revelaciones más nobles. nos declarará todas las cosas—una expectativa fundada probablemente en Deuteronomio 18:15.

26. Yo soy, que hablo contigo—El casi nunca dijo algo como esto a su propio pueblo, los judíos. El los magnificó ante esta mujer, y sin embargo. a ellos mismos, hasta el fin él era más reservado que a ella, probándolos más bien que diciéndoles claramente que él era el Cristo. Pero lo que no habría sido seguro o prudente entre ellos, lo era bastante con ella. cuya sencillez a este paso de la conversación parece, por lo que seguía, haber sido perfecta. ¿Qué dirá ahora esta mujer? Escuchamos. la escena se cambia, llega un partido nuevo, los discípulos han ido a Sicar, a cierta distancia, a comprar pan, y a su regreso se asombran por la compañía que había estado tratando su Señor, en su ausencia.

27. maravilláronse de que hablaba con mujer—Probablemente nunca se les ocurrió maravillarse de que él hablara con ellos; sin embargo, a los ojos de él, como enseña la secuela, él estaba noblemente empleado. ¡Cuán pobres, si no falsas, son muchas de nuestras opiniones más plausibles! mas ninguno dijo: ¿Qué.. ?—asombrados por el espectáculo, y pensando que tendría que haber algo atrás.

28-30. dejó su cántaro—¡Qué exquisitamente natural! La presencia de los extraños le hizo sentir que era tiempo para retirarse, y el que sabía lo que había en su corazón, y que iba ella a hacer en la ciudad, le dejó ir sin cambiar con ella palabra a oídos de los otros. Su entrevista fué demasiado sagrada, y el efecto en la mujer demasiado abrumador (para no hablar de la profunda emoción de él) para permitir que se continuara. Pero este único toque natural, sin artificio—que ella “dejó su cántaro”—habla mucho. El agua viva ya estaba empezando a brotar dentro de ella; halló que el hombre no vive de pan solo ni por agua sola, y que habia un agua de virtud maravillosa que elevaba a las personas por encima del comer y beber, y los vasos en que cabían, y todas las cosas humanas. En fin, ella estaba arrebatada, se olvidó de todo, menos de una persona; y rebosando su corazón con esta historia que ella tenía que contar, se apresura a casa y la cuenta. ¿si quizás es éste el Cristo?—La forma de la pregunta en griego es un modo distante, modesto de sólo insinuar a medias lo que casi no parecía conveniente que ella afirmara; ni se refiere ella a lo que él dijo de sí mismo, sino sólo a la revelación a ella de los detalles de su propia vida.

30. Entonces salieron, etc.—¡Cuán diferentes de los judíos! y ricamente fué recompensada su buena disposición a ser convencidos.

31-38. Entre tanto—mientras estaba lejos la mujer. Rabbí, comeCansancio y sed vimos que él sentía; aquí es revelada otra de nuestras debilidades a la cual el Señor estaba sujeto, el hambre.

32. una comida … que vosotros no sabéis—¡Qué espiritualidad de mente! “Yo he estado comiendo todo el tiempo, y tal comida que vosotros ni soñáis”. “¿Qué puede ser esto?” se preguntan unos a otros; “¿han traído provisiones para él en nuestra ausencia?” El sabe lo que están diciendo ellos, aunque no lo oye.

34. Mi comida es, etc.—“Un siervo aquí para cumplir un trabajo prescripto, hacer y terminar éste es “comida” para mí; y de ésta, mientras estabais ausentes, he tenido hartura.” Y ¿de qué habla él así? De esta condescendencia, compasión, sabiduría que él había estado dispensando a un alma sola, una mujer muy humilde, y en algunos respectos repugnante también! Pero la había ganado, y por medio de ella iba a ganar más, y tal vez echar los cimientos de una grande obra en esta provincia de Samaria, y esto llenó su alma, y lo elevó por encima del sentido del hambre natural (Mateo 4:4).

35. Aun hay cuatro meses hasta que llegue la siega?—“En el habla corriente, así decís en esta época del año; pero alzad vuestros ojos, y mirad estos campos a la luz de otra economía, otra labranza, porque en ese sentido aun ahora están blancos para la cosecha, listos para la hoz”. La hermosura sencilla de este lenguaje es superada sólo por el calor de la santa emoción en el alma del Redentor, la cual le da expresión. Se refiere a la madurez de los habitantes de Sicar para ser recogidos a él, y al gozo de este gran Señor de los segadores por la cosecha prevista. ¡Ojalá que pudiéramos “alzar nuestros ojos y mirar” los muchos campos en el extranjero y en nuestro país, los quales a los sentidos torpes parecen de poca promesa, y verlos así como él miraba los de Samaria, ¡qué movimientos, como todavía en embrión, y qué accesiones a Cristo, todavía aparentemente muy distantes, no podríamos discernir como muy cerca, y así, entre dificultades y desalientos demasiado pesados para ser soportados, ¿no seríamos animados, como lo era nuestro Señor mismo en circunstancias mucho más abrumadoras, con “cánticos en la noche”?

36. el que siega, etc.—Como nuestro Señor no podía querer decir que el segador solo, y no el sembrador, recibiera “salario”, en el sentido de recompensa personal por su trabajo, el “salario” aquí no puede ser otro que el gozo de tener semejante cosecha que recoger, el gozo de “allegar fruto para vida eterna”. el que siembra también goce—El bendito resultado de toda la cosecha es el interés igual del sembrador como del segador; la cosecha no es más el fruto de la última operación que de la primera; y así como no puede haber siega sin una siembra anterior, así aquellos siervos de Cristo, a quienes es encargada la grata tarea de cosechar meramente la siega espiritual, no tienen trabajo que hacer ni gozo de gustar, que no hayan sido preparados para su mano por el trabajo laborioso y a veces ingrato de sus antecesores en el campo. El gozo, pues, de la gran festividad cosechera será el gozo común de todos los que hayan tomado alguna parte en la obra desde la primera operación hasta la última. (Véase Deuteronomio 16:11, Deuteronomio 16:14; Salmo 126:6; Isaías 9:3). ¡Qué aliento hay aquí para aquellos “pescadores de los hombres” que han “trabajado toda la noche” de su vida oficial, y, a los ojos humanos, “nada han tomado”!

38. Yo os he enviado, etc.—El “yo” es enfático; Yo, el Señor de toda la cosecha: “os he enviado” señala el mandato anterior de su apostolado, aunque tiene referencia al cumplimiento futuro de él, porque nada tuvieron que hacer con la presente cosecha de los sicaritas. lo que vosotros no labrasteis—queriendo decir que mucho de su éxito futuro resultaría de la preparación ya hecha para ellos. Véase la nota acerca del v. 42. otros labraron—Refiriéndose a los obreros del Antiguo Testamento, al Bautista, y por implicación a él mismo, aunque diligentemente guarda esto en el fondo, para que la linea de distinción entre él y todos sus siervos no se pierda de vista. “Cristo se representa a sí mismo el Señor de los labradores, quien tiene la dirección tanto de la siembra como de la cosecha, quien comisiona a todos los agentes, los del Antiguo Testamento como los del Nuevo, y por lo tanto no está sobre el mismo nivel con los sembradores ni los segadores”. [Olshausen.]

39-42. muchos … creyeron, etc.—La verdad del v. 35 empieza a aparecer. Estos samaritanos fueron el fundamento de la iglesia después establecida allí. No aparece ningún milagro obrado allí, (excepto el conocimiento sobrenatural manifestado): “le hemos oído nosotros mismos” bastó para despertar su fe a un punto nunca alcanzado por los judíos, y apenas todavía por sus discípulos, de que él era “el Salvador del mundo”. [Alford.] “Este incidente es notable como un ejemplo raro de que el ministerio de nuestro Señor produjera un despertamiento en grande escala”.

40. se quedó allí dos días—¡Dos días preciosos, seguramente, para el Redentor mismo! No buscado, él había venido a los suyos, pero los suyos no le recibieron; ahora aquellos que no eran los suyos habían venido a él, habían sido ganados por él, y le invitaron a su ciudad para que otros compartiesen con ellos en los beneficios de su ministerio maravilloso. Aquí, entonces, consolaría él su espíritu ya herido, y tendría en este triunfo de su gracia en pueblo extraño, sublime goce por anticipación del recogimiento del mundo gentil en su iglesia.

43-45. EL SEGUNDO MILAGRO GALILEO—LA CURACION DEL HIJO DE UN CORTESANO.

43, 44. dos días después—lit. “los dos días” de su estada en Sicar. Porque el mismo Jesús dió testimonio, etc.—Este versículo ha ocasionado mucha discusión. Porque es extraño, que, si “su tierra” aquí quiere decir Nazareth, que estaba en Galilea, se dijera que vino a Galilea, porque en una de sus ciudades él no esperaba buen recibimiento. Pero todo será sencillo y natural, si llenamos la declaración así: “El entró en la región de Galilea, mas no, como se podría esperar, a aquella parte de la provincia llamada “su propia tierra”, Nazareth (véase Marco 6:4; Lucas 4:24), porque él se guiaba por la máxima que a veces repetía, de que “ningún profeta es acepto,” etc.

45. los Galileos le recibieron—“le dieron una bienvenida”. vistas todas las cosas … en el día de la fiesta—orgullosos, tal vez, de las obras maravillosas de su compatriota en Jerusalén, y posiblemente ganados por esta circunstancia para considerar como por lo menos dignas de investigación sus pretensiones. Aun esto nuestro Señor no despreciaba, porque la conversión salvadora a menudo empieza por menos que esto (así Zaqueo, Lucas 19:3, etc.) porque también ellos habían ido a la fiesta—era su hábito ir a la fiesta.

46, 47. uno del rey—cortesano, siervo del rey, y alguno relacionado con la familia real; tal como Chuza (Lucas 8:3) o Manahén (Hechos 13:1). oyó que Jesús venía de Judea—“donde había sin duda visto u oído qué cosas Jesús había hecho en Jerusalén” (v. 45) [Bengel]. que descendiese—porque Capernaum estaba abajo en la costa noroeste del mar de Galilea.

48-54. Si no viereis señales, etc.—El creía, sí, como prueban tanto su venida como su ardiente petición, pero cuán imperfectamente; y nuestro Señor quería profundizar su fe por medio de una respuesta obtusa y aparentemente ruda, como hizo con Nicodemo. desciende antes que mi hijo muera—“Mientras estamos hablando, él caso está en su crisis, y si no vienes en un momento, todo está terminado”. Esta era fe, mas parcial, y el Señor quería perfeccionarla. El hombre no puede creer que la curación pudiera efectuarse sin que el Médico viniese al enfermo; el pensamiento de tal posibilidad evidentemente nunca se le ocurrió. Pero Jesús en un momento le traerá hasta este punto.

50. Ve, tu hijo vive—Los dos efectos resultaron: “El hombre creyó a la palabra”, y la curación, más rápida que un relámpago desde Caná hasta Capernaum, fué sentida por el joven moribundo. En prueba de su fe, el padre se despide de Cristo, pues en las circunstancias aquellas esto hizo patente la fe completa. Los siervos se apresuran a llevar las noticias gozosas al padre ansioso, cuya fe ahora sólo desea una confirmación. “¿Cuándo comenzó a estar mejor?” “Ayer a las siete le dejó la fiebre”, en la misma hora cuando fué pronunciada la gran palabra : “Tu hijo vive”. De modo que “creyó él y toda su casa”. El había creído antes de esto, primero muy imperfectamente; entonces la confianza asegurada de la palabra de Cristo; pero ahora con una fe coronada por “la vista”. Y una ola se extendió desde el cabeza de la familia a los miembros de la misma. “Hoy ha venido la salvación a esta casa” (Lucas 19:9), y no era ésta una casa pobre.

54. Esta segunda señal volvió Jesús a hacer—es decir, en Caná hizo el primer milagro; el segundo milagro “cuando vino de Judea”.

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