No lo sabía. Jacob no ignoraba que Dios llena todos los lugares. Pero pensó que no se manifestaría así en una tierra entregada a la idolatría. Comienza a sospechar que el lugar había sido anteriormente consagrado a la adoración del Dios verdadero, (Calmet), como probablemente lo hizo Abraham, que vivía cerca de Betel (cap. Xii. 8) y construyó un altar en el monte Moria. Cap. xxii. 14. Los intérpretes no están de acuerdo en cuál de estos lugares pasó la noche Jacob.

San Agustín, q. 83, supone que fue en este último, "donde Dios designó el tabernáculo para permanecer". El caldeo lo parafrasea muy bien en este sentido, ver. 17, "¡Cuán terrible es este lugar! No es un lugar ordinario, sino un lugar amado por Dios, y enfrente de este lugar está la puerta del cielo". (Haydock)

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