En Jerusalén había un solo templo, y por mandato expreso del Todopoderoso, no podía haber más en todo el reino. (Quizás el Todopoderoso pudo haber deseado por esta circunstancia singular haber impresionado con más fuerza en sus mentes la absoluta necesidad de la unidad en la religión. (Haydock)) Pero había muchas sinagogas, que eran una especie de escuelas, en las que la ley era públicamente enseñó, y la gente se reunió para leer las Escrituras y orar. (Calmet)

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