Santificado, como Moisés lo había pedido en el monte Sinaí, (Éxodo xix. 10, 15,) ordenando al pueblo que lavara sus vestidos y se abstuviera de sus esposas, para que por esta pureza exterior, pudieran recordar que no descuidaran la del alma, sin la cual obtendrían un pequeño beneficio o instrucción de los más grandes milagros.

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