Por este hombre debemos entender a Cristo Jesús, el gran mediador entre Dios y el hombre. Envió a sus sirvientes, a la hora de la cena, para decirles a los invitados que vinieran; es decir, envió a sus apóstoles a llamar al pueblo de Israel, que había sido invitado a su cena en casi innumerables ocasiones: pero no solo rechazaron la invitación, sino que también asesinaron al Señor que los había invitado. Podemos señalar que las tres diferentes excusas concuerdan exactamente con lo que St.

Juan dice: Todo lo que hay en el mundo es la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y el orgullo de la vida. Uno dice: Me he casado con una esposa, por lo que puede entenderse la concupiscencia de la carne; otro dice: He comprado cinco yuntas de bueyes, que denota la concupiscencia de los ojos; y el orgullo de la vida lo significa la compra de la finca, que el tercero alega en su justificación. (San Agustín, de verb. Dei.)

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