En la destrucción de Jerusalén aparecieron muchos impostores, muchos que profesaban ser el Cristo, y aseguraron al pueblo que su entrega estaba próxima. Y en la Iglesia se levantaron muchos heresiarcas, y muchos vinieron en el nombre de Cristo; el primero de ellos fue Simón el Mago, mencionado en los Hechos de los Apóstoles, a quien el pueblo de Samaria recibió como el poder y la virtud de Dios. Pero es notable que desde el tiempo de la pasión de nuestro Salvador, cuando prefirieron al ladrón Barrabás a Jesucristo, el Cordero de Dios, no tuvieron paz ni tranquilidad en la ciudad, pero se sucedieron constantes tumultos y disensiones, hasta el mismo tiempo de su destrucción.

(Ven. Beda) --- Así vendrán muchos seductores hacia el fin del mundo, que se harán a sí mismos autores de sectas, y ganarán muchos discípulos: como sigue en palabras claras, ver. 22. de este capítulo. (Bristow)

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