Preparado para el diablo. Cuando Cristo invitó a los justos a su reino celestial, lo llama un reino preparado para ellos desde la fundación del mundo; un reino de felicidad inexpresable, que desde toda la eternidad diseñó para aquellos que sabía que le servirían fielmente. Pero, cuando pronuncia la sentencia del réprobo, habla de una manera muy diferente. Lo llama fuego eterno, preparado no para ellos, sino para los demonios y los espíritus malignos, sus cómplices.

Han elegido lanzarse a él; por lo tanto, deben considerarse a sí mismos como los autores de todas sus miserias y sufrimientos. (San Juan Crisóstomo, hom. Lxxx.) --- El dolor de la pérdida se expresa aquí por apartarse de mí, y el dolor de los sentidos por el fuego eterno. (Menochius y Maldonatus)

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