Eso también lo que ella había hecho. Las hazañas de reyes y emperadores ya no se recuerdan. Las acciones de quienes construyeron ciudades, levantaron fortalezas, llevaron a cabo guerras y erigieron trofeos de sus victorias; que han sometido naciones, dictado leyes a miles y levantado estatuas en su propio honor, han pasado al olvido; y muchos de sus nombres se han olvidado hace mucho tiempo. Pero cuando una pobre mujer sencilla, en casa de un leproso, en presencia de doce hombres, derrama su ungüento; su buena obra se ensaya después del lapso de tantas edades, en todos los lugares del globo habitable. (San Juan Crisóstomo, hom. Lxxxi.)

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