Yo nunca seré. Después de que nuestro Salvador les aseguró la predicción del profeta, que el rebaño se dispersaría, y lo confirmó él mismo, Pedro lo negó; y cuanto más le aseguraba Cristo de su debilidad, más afirmaba Pedro, según San Lucas (cap. xxii.) que no lo negaría. ¿De dónde viene esta confianza en Pedro? quien cuando nuestro Señor dijo que uno de ellos lo traicionaría, temió por sí mismo y, aunque no consciente de nada, prevaleció sobre S.

John para plantearle la pregunta a nuestro Salvador. Liberado ahora de esa solicitud y ansiedad que tanto lo oprimía por la traición de Judas, comenzó a confiar en sí mismo. Aprendamos de esta caída del principal de los apóstoles, a asentir siempre con la mayor sinceridad a las palabras de Dios. Creámosle en todas las circunstancias posibles, aunque nos parezca contradictorio a nuestros sentidos y entendimiento; porque, la palabra de Dios nunca puede ser invalidada; pero nuestros sentidos pueden engañarse fácilmente.

Cuando, por tanto, dice él, este es mi cuerpo, sin la menor vacilación, creamos y contemplemos inmediatamente el misterio con los ojos de nuestro entendimiento. (San Juan Crisóstomo, hom. Lxxxiii.)

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