Jesús no empezó a predicar hasta que San Juan anunció su venida al mundo, para que así se manifestara la dignidad de su persona sagrada, y los judíos incrédulos no tuvieran excusa. Si después de la predicación de San Juan, y su testimonio expreso de la divinidad de nuestro Redentor, aún pudieran decir: Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero: qué no hubieran dicho, si, sin ningún precursor, hubiera aparecido de repente entre ellos.

No comenzó a predicar hasta que San Juan fue encarcelado, para que la gente no se dividiera. Por este motivo también San Juan no hizo ningún milagro, para que la gente pudiera ser golpeada con los milagros de nuestro Salvador y le dieran su consentimiento. (San Juan Crisóstomo, hom. 14.) --- Cabe señalar aquí cuán diferentes eran los motivos de los profetas de los que el bautista y Cristo utilizaron para exhortar al arrepentimiento.

El primero amenazaba el mal y ofrecía una promesa de bien, pero el bien o el mal eran temporales. San Juan comienza sus exhortaciones con la amenaza del castigo eterno, pero Cristo endulza las dificultades de la penitencia recordándonos la recompensa. "El reino de los cielos se ha acercado". (Jansenius)

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