Y cuando llegó, he aquí, Elí se sentó en un asiento junto al camino mirando, forzando sus débiles ojos tanto como se lo permitían sus fuerzas restantes; porque su corazón temblaba por el arca de Dios, especialmente porque había sido tomada sin permiso divino, y él era su verdadero guardián, responsable de ella. Y cuando el hombre entró en la ciudad y lo contó, trajo la noticia de la derrota del ejército de Israel, toda la ciudad gritó de dolor, temor y pavor.

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