Pero aquello le desagradó a Samuel cuando dijeron: Danos un rey que nos juzgue. No fue la referencia a la mala administración de sus hijos ni a su propia edad avanzada lo que hirió a Samuel, sino el hecho de que su fe no se basaba suficientemente en Jehová, quien hasta ahora había administrado directamente los asuntos de la nación. Querían un reino externo y visible como medio de seguridad y protección contra sus enemigos, mientras que el gobierno real e invisible de Jehová hasta ahora había sido completamente suficiente para protegerlos.

Y Samuel oró al Señor, llevando este asunto difícil a Jehová para que lo solucionara. En lugar de simplemente insistir en su propio deseo, este héroe humilde y consagrado, en esta importante crisis en la historia de su pueblo, demostró que su confianza en Dios no podía ser quebrantada, que se podía confiar en que el Señor tomaría la decisión correcta.

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