Y cuando comenzaron a cantar y a alabar, en un singular servicio de adoración basado en la fe en la victoria que se les había prometido, el Señor puso emboscadas contra los hijos de Ammón, Moab y el monte Seir que habían venido contra Judá, y fueron enamorado. Parece que ciertas divisiones de las hordas invasoras, ávidas de botín, habían decidido asaltar cualquier fuerza que pudiera surgir. Sin embargo, cuando éstos atacaron a sus propios aliados, el resultado fue una autofinanciación salvaje del ejército invasor, donde cada hombre consideraba a su vecino como un traidor y un enemigo.

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