Oh Señor Dios, no apartes el rostro de tu ungido, es decir, de Salomón, que estaba haciendo esta ferviente súplica; Acuérdate de las misericordias de David, tu siervo, las que le prometieron, por cuyo cumplimiento el rey suplicó con fiel confianza. Nosotros, los creyentes del Nuevo Testamento, tenemos una seguridad aún más segura de que Dios escuchará nuestras oraciones, si lo llamamos en el nombre de Jesús; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor Jesucristo, será salvo.

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