REFLEXIONES

¡Oh! misericordioso, santísimo y bendito Señor Dios Todopoderoso. ¡Qué expresiones de agradecimiento se pueden encontrar suficientes para expresar tu amor en el don inigualable de tu amado Hijo! ¿No fue suficiente, oh Padre de misericordias y Dios de todo consuelo, que por tu propia gracia gratuita estableciste a tu amado Hijo desde la eternidad, como cabeza constituida de tu iglesia y pueblo? pero a través de tantas edades intermedias a su llegada, deberías estar complacido de mantenerte al día, de tantas maneras, y en tan diversas representaciones, señales, símbolos y tipos para ensombrecer las glorias de su persona y la vasta importancia de su ¿salvación? ¡Oh! ¡Señor! No sólo quisiera suplicarte, como Salomón, que me bendigas en todas las circunstancias en las que pueda ser puesto, y que me perdones en todas las transgresiones en las que pueda caer, por causa de Jesús;

Veo, Señor, que tu mente infinita ha estado ocupada en esta gran preocupación, en lo que se refiere a la salvación de los pobres pecadores, desde la eternidad. Invocaste al mundo para que contemple a aquel a quien ama tu alma. Has manifestado tal demostración de amor y gracia en esta solemne transacción de redimir tu iglesia por el Señor Jesús, como desafía a toda la tierra a contemplar la persona de Jesús a quien el Padre tanto ama.

Ahora, Señor, escúchame por una dulce misericordia que en su seno incluye todas las demás; hazme amar al Señor Jesús como tú lo amas. Que Jesús sea precioso para mi alma como lo es para mi Dios y Padre. Y mientras te ruego que mires el rostro de tu ungido y aceptes mi alma en él; ¡Oh! por gracia en mi propia alma para mirar a Jesús con esa fijeza de éxtasis y gozo, hasta que se descubra que todo mi corazón sale tras él con tal fervor de deseo que no puede ser satisfecho con nada más.

¡Escúchame, Señor y Padre, por esta misericordia! Me anima a pedirlo con fe, porque el mismo Jesús me anima a hacerlo. Porque ha dicho: En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo que todo lo que pidiereis al Padre, en mi nombre, él os lo dará. Pide y recibirás para que tu gozo sea completo. ¡Así mi alegría será plena cuando mi alma esté llena de Jesús! sea ​​éste el mismo lenguaje de mi corazón: ¿A quién tengo en los cielos sino a ti? ¿Y quién hay en la tierra que yo desee en comparación con ti? Mi carne y mi corazón desfallecen, pero tú eres la fuerza de mi corazón, y mi porción para siempre.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad