Entonces el rey le envió a Elías, un capitán de cincuenta con sus cincuenta, con la intención de algún acto de violencia. Y él, el capitán, se le acercó; y he aquí, estaba sentado en la cima de una colina, donde vivía. Y le dijo en tono y en forma de áspera orden: Varón de Dios, el rey ha dicho: Desciende. No fue un discurso respetuoso, sino un insulto altivo, despectivo y burlón.

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