Pero el Rabsaces les dijo, todavía con el objeto de influir en el pueblo: ¿Me ha enviado mi señor a tu señor ya ti para hablar estas palabras? ¿No me ha enviado a los hombres que están sentados en la muralla, para hacerlos inclinarse en sumisión, para que puedan comer su propio estiércol y beber su propia orina con usted, la insinuación es que la ciudad pronto llegaría a este punto de angustia? que los habitantes eventualmente recurrirían a sus propios excrementos para alimentarse.

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