Y cuando el siervo del varón de Dios, ya sea Giezi o algún profeta discípulo, se levantó temprano y salió, he aquí un ejército rodeó la ciudad con caballos y carros. Y su criado le dijo: Ay, señor mío, ¿cómo haremos? Sintió que ahora estaban en poder de los enemigos y no podían escapar.

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