Deja que tu siervo, te ruego, regrese para que pueda morir en mi propia ciudad y ser sepultado junto a la tumba de mi padre y de mi madre. Como el rey podría haberle ordenado que fuera a Jerusalén, Barzilai, con toda sencillez y alegría, pide permiso para regresar a casa, ya que la vida en la corte no le atraía. Pero he aquí a tu siervo Quimam, su hijo, que había acompañado a su anciano padre a la reunión con el rey; que vaya con mi señor el rey y haga con él lo que bien te parezca. Todavía era lo suficientemente joven para entrar al servicio del rey.

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