No debiste haber entrado por la puerta de Mi pueblo en el día de su calamidad, con un sentimiento de satisfacción por su desgracia; sí, no debiste haber mirado su aflicción en el día de su calamidad con malicioso deleite, ni haber echado mano sobre sus bienes en el día de su calamidad, cuando los enemigos saquearon la ciudad;

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