Porque, ¿cómo puede el siervo de este mi Señor hablar con este mi Señor? cuya majestad era de una naturaleza para aterrorizar a un mortal pobre y pecador. Porque en cuanto a mí, enseguida no me quedó ninguna fuerza, ni me queda aliento, no podía estar de pie ni respirar adecuadamente por la agitación y la consternación.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad