Los caldeos respondieron ante el rey, en un intento de establecer la imposibilidad de que simples seres humanos satisfagan la demanda del rey, y dijeron: No hay un hombre en la tierra que pueda mostrar el asunto del rey, revelando esta cosa secreta; por tanto, no hay rey, señor ni gobernante que le pregunte tales cosas a ningún mago, astrólogo o caldeo. El hecho de que ningún gobernante en la tierra, sin importar cuán grande y poderoso fuera, había hecho jamás tal exigencia, era para ellos una prueba de que el cumplimiento de su mandato trascendía la más alta sabiduría humana.

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