El rey habló y dijo: ¿No es esta gran Babilonia que yo edifiqué para la casa del reino, para que sea la sede o la capital de todo su imperio, con el poder de mi poder y para el honor de mi majestad? Fue una declaración de orgullo desmesurado, por la cual Nabucodonosor se hizo a sí mismo el creador del tamaño y la gloria de su reino, robando así a Dios el honor que debería serle dado a él solo.

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