Oh Señor, conforme a toda tu justicia, te ruego, de acuerdo con la justicia que exigía el cumplimiento de sus promesas, que tu ira y tu furor se aparten de tu ciudad Jerusalén, tu santo monte, designado así porque su santuario había estado allí por tantos siglos, porque por nuestros pecados y por las iniquidades de nuestros padres Jerusalén y tu pueblo se han convertido en oprobio para todos los que nos rodean, de modo que los paganos los miraban con desprecio y burla.

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