Pero Sehón, rey de Hesbón, no nos dejó pasar por su tierra; porque el Señor, Dios tuyo, endureció su espíritu y obstinaba su corazón para entregarlo en tu mano, como aparece en este día. Toda obstinación por parte del hombre es tanto un acto de libertad del hombre, de su propia transgresión voluntaria, como un castigo de Dios. Cuando el hombre continúa endureciendo su corazón a la influencia de Dios, entonces Dios, a su vez, endurece al pecador hasta que se vuelve completamente insensible a todos los esfuerzos del Espíritu.

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