Cuando el Altísimo dividió a las naciones su herencia, cuando separó a los hijos de Adán, estableció los límites del pueblo según el número de los hijos de Israel. Desde el principio fue una obra de la providencia de Dios, de Su gobierno de la tierra, dar a cada tribu y nación a medida que se formaba y crecía, un lugar, un país, con fronteras; y siempre tuvo en mente las necesidades de ese pueblo que pretendía elegir para sí mismo, para que Israel poseyera una tierra correspondiente a su población.

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