Por tanto, guardarás los mandamientos del Señor, tu Dios, para andar en sus caminos, como él los señaló en la ley, y para temerle; porque el temor del Señor, como fruto de la fe, es la fuente de todas las buenas obras. La obligación de la obediencia ahora se enfatiza aún más mediante una enumeración de las excelencias de la Tierra Prometida, donde incluso las más altas bendiciones, por ser tan comunes, participaron de la naturaleza de lo ordinario.

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