Si las nubes están llenas de lluvia, se vacían sobre la tierra, cuando se deban pasar períodos de desgracia, vendrá el mal en toda su extensión; y si el árbol cae hacia el sur o hacia el norte, en el lugar donde cae el árbol, allí estará. Lo mismo ocurre con los dones de benevolencia: su fruto no se pierde, aunque no siempre salen a la luz de la manera prevista. O, como dice Lutero, el hombre es como un árbol que está destinado a caer de una forma u otra, y será juzgado según la forma en que caiga en la muerte.

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