Por tanto, percibo que no hay nada mejor que que el hombre se regocije en sus propias obras, se deleite y se deleite en el trabajo que le corresponde en la vida; porque esa es su porción, tanto se le ha asignado en esta vida; porque ¿quién le traerá para ver lo que sucederá después de él? La lección para los creyentes es esta, que no persiguen sombras, perdiendo así la realidad, sino que disfrutan de las bendiciones de Dios con un corazón despreocupado, dejando el futuro en manos de su Padre celestial.

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