Entonces entró Amán. Y el rey le dijo: ¿Qué se hará al hombre a quien el rey desea honrar? Esto se hizo de acuerdo con la costumbre oriental que permite a los cortesanos reales nombrar las recompensas por servicios especiales. Ahora, Amán, hinchado de su propia vanidad, pensó en su corazón: ¿A quién se deleitaría el rey en honrar más que a mí mismo? El hebreo implica que Amán pensó que era imposible para el rey ir más allá de él, despreciarlo y despreciarlo en este momento.

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