Y llamó a Moisés ya Aarón de noche, y el asunto no se aguardaba ni a la llegada de la mañana, y dijo: Levántate y sal de en medio de mi pueblo, tú y los hijos de Israel; e id, servid al Señor, como habéis dicho. Ahora no era un mero permiso, sino un mandato real, que mostraba signos de extrema emoción. Los hijos de Israel debían tener las manos libres para actuar como mejor les pareciera, para adorar al Señor como habían indicado.

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