Y cuando Faraón se acercó, los hijos de Israel alzaron los ojos, y he aquí, los egipcios marchaban tras ellos; y tenían mucho miedo. Y los hijos de Israel clamaron a Jehová. Cuando se llamó la atención de los israelitas hacia la hueste que los perseguía, se dieron cuenta de la desesperada situación en la que se encontraban: al este de ellos, el mar; al sur, las montañas; al noroeste, el ejército del faraón.

Además, carecían de las armas y el coraje para enfrentarse con éxito a los ejércitos del tirano. No fue una oración confiada lo que enviaron en esta emergencia, sino un grito de terror.

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