Tenían mucho miedo: conocían la fuerza del enemigo y su propia debilidad; numerosos eran en verdad, pero todos a pie, desarmados, indisciplinados, desanimados, por una larga servidumbre, y ahora reprimidos, de modo que no podían escapar. Por un lado estaba Pi-hahiroth, una cadena de rocas escarpadas intransitable; por otro lado estaban Migdol y Baal-zephon, fuertes en las fronteras de Egipto; delante de ellos estaba el mar, detrás de ellos estaban los egipcios; de modo que no había camino abierto para ellos sino hacia arriba, y de allí vino su liberación.

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